23.11.06

Insignificante Tierra



Puede parecer una foto no demasiado espectacular, y ciertamente no lo es, pero quedáos con esto: muestra la Luna y la Tierra desde casi 30 millones de distancia. Y hace tan sólo medio siglo, más o menos cuando fue lanzado el Sputnik que todos recordaréis (aquella especie de balón metálico con patas), esta imagen estaba más allá de la capacidad humana. Hace sólo medio siglo, amigos. Ahora la vemos y pensamos: "Vale, la Luna y la Tierra, muy tierna la foto, sí", y ya está. Pues no, no debería estar, cada vez que el ser humano abandona este mundo y lo ve desde afuera (ya sea mediante sondas espaciales o en los viajes humanos en el transbordador) la Tierra adquiere (o debería adquirir) un nuevo significado.

Vemos la foto y nos damos cuenta de que todo lo nuestro, absolutamente todo, ha tenido lugar en ese pequeña esfera de luz. Guerras, pestes y amores, leyendas y descubrimientos, todo lo que ha motivado y cautivado al ser humano ha sido vivido entre los límites de ese planeta que, desde el espacio, parece tan poco priviliegiado e importante. Me gustaría que este tipo de nuevas perspectivas ofrecidas gracias a los avances científicos y tecnológicos fueran el impulso para una mejor protección del planeta, para una mayor compenetración entre culturas y pueblos y sobretodo, para que estimulara a quienes están en el poder a abandonar posturas patrioteras y chauvinistas, ya que, desde el espacio, igual de insignificante es el país de las barras y estrellas como el diminuto Nauru. Y si no, ¿alguien distingue algún país en la foto? Yo solo veo uno, el de la Humanidad.

(Post publicado el 11 de junio de 2005 en El Hermitaño)

17.11.06

Leónidas en el 2006

Este año nos visitan de nuevo los fragmentos del cometa Tempel - Tuttle. A partir de hoy día 17, y sobretodo el próximo domingo (5:45 de la madrugada para el máximo, según las previsiones) podremos ver qué da de si esta lluvia meteórica. Los niveles del máximo son bastante respetables (150 meteoros a la hora es una buena media), de modo que cabe la posibilidad de que se vea algo de cierto nivel.

Para quienes (si es que alguien merodea por estos espacios... ) tengan interés en la lluvia de una forma más lúdica, más personal, puede echar un vistazo a los posts sobre el tema que se han publicado en muchos blogs aquí; para quienes prefieran datos más fríos pueden ver las siguientes páginas:

http://astrosurf.com/somyce/leonidas_2006.html,

http://www.astroenlazador.com/article.php3?id_article=485

aunque sólo con escribiendo "Leónidas 2006" en el Google, ya aparecen un montón de direcciones útiles.



Mucha Suerte en la búsqueda de las lágrimas cósmicas de otoño... .

14.11.06

Humanos, Cosmos y exploración



Qué inmenso el Cosmos, y qué vanamente nos erigimos en patrones de él, como superiores a la materia, como dueños y señores de la Tierra y del espacio exterior que aún nos aguarda. Mirar las estrellas no sólo es un ejercicio intelectual o espiritual (o ambos), sino también una manera de hacernos a nosotros mismos más humanos, más cercanos al gas y polvo del Universo. No hay que denigrar la materia como algo pueril o insignificante; lo verdaderamente insignificante es nuestra propia esencia, comparada con el enorme espacio y tiempo que dota de vida al Cosmos.

Pero, en nuestra insignificancia, somos los mejores. Compuesto de tan solo un cuerpo y una mente (o cerebro, o espíritu, según cada cuál), el ser humano ha superado todas las barreras físicas posibles y ha abierto horizontes extraordinarios. Hay en proyecto hoy en día la posibilidad de volver a la Luna, no con sondas espaciales, sino nosotros mismos, de forma que constituyamos allí nuestra próxima morada, en pos de estancias más prolongadas y profundas en otros mundos menos desfavorables. En cuanto sea, por así decirlo, tan fácil ir a la Luna o Marte como hacer un viaje al campo, entonces habremos puesto la primera piedra para la siguiente fase en la exploración humana del Cosmos.

No obstante, ante todo debemos respeto al Cosmos, porque de él procedemos todos. Hay que cuidar y mimar el espacio exterior, mucho (pero mucho mucho) mejor de lo que hemos cuidado y mimado a la Tierra. Precisamente por tratarse de la etapa más primitiva de exploración del hombre y la mujer, la Tierra ha sufrido (y sigue sufriendo) nuestro desprecio e indiferencia, pero viajar por el Cosmos es hacerlo en tierras desconocidas y que, quizá, ya estén colonizadas y explotadas (no sabemos si mejor o peor) por otras civilizaciones. La Tierra era nuestra, desde que llegamos a ella lo supimos; pese a tratar con descortesía a los demás miembros vivos del planeta, nada nos puso objecciones para tratar a nuestro mundo como nos viniera en gana. Cuando salgamos al Cosmos, las cosas (esperemos) serán diferentes. No es que haya policias y guardias estelares dispuestos a multarnos si hacemos mal las cosas, sino que, por nuestro propia decisión y por el reto que ello supone, la exploración del espacio debe siempre ir precedida por la consideración hacia toda estrella, planeta, peñasco rocoso o brizna de hierba planetaria que hallemos, allá donde estemos.

Vamos a vivir, en los próximos decenios y en los siglos por llegar, la aventura más apasionante jamás acontecida; algunos de nosotros podremos ser testigos del regreso humano al espacio, separado por fin de visiones patrióticas trasnochadas y de arrogantes, viciosos e idiotas chauvinismos. Nuestros descendientes, por su parte, tal vez tengan la exclusiva de vivir el momento de explorar otros sistemas estelares, hallar planetas con vida o, en el paroxismo de la gloria, contactar con una civilización extraterrestre.

Y todo, quizá, a unos pocos años o décadas de distancia. El Universo, y nuestra búsqueda de su saber (siempre parcial, temporal y primitiva...), es hoy más estimulante que nunca.

3.11.06

Recuerdos de infancia



Vagar por el Universo sin rumbo fijo es pura aventura. Recuerdo mi infancia cuando, buscando con ahínco la aparición de OVNi's, empezé a aprender las constelaciones, casi sin querer. Pero no eran las constelaciones verdaderas, sino las creadas por mí mismo; reconocía triángulos, formas más o menos rectangulares, agrupaciones de estrellas, líneas convergentes, etc. No era dificil, por aquel entonces, porque la imaginación infantil es propensa a inventar por sí misma.

Después vi en un libro sobre el cielo cuáles eran las constelaciones que, desde hacía milenios, la gente había ido imaginando. Y resultó que, en algunos pocos casos, eran similares a las que yo había "descubierto". Entonces entendí (mejor dicho, no lo entendí en absoluto, pero creo que algo sí llegué a intuir, al menos muy superficialmente), que aunque el cosmos se nos refleje a cada uno de formas distintas, en nuestra mente subyacen patrones comunes, sin importar la época, la cultura o nuestra voluntad. Sentimos dentro de nosotros al universo, no como algo externo, sino como parte de nuestra propia esencia.

Como la nebulosa, fantasmagórica, que hoy mostramos (SH 2 136), la vida está llena de luces y sombras, de momentos vagos, indefinidos, que uno apenas recuerda, y de brillantes evocaciones, que nos hacen felices y estimulan cada vez que las rememoramos. Aquellos momentos en que miraba el cielo a la espera de contactar con hombrecitos verdes y naves capaces de superar la velocidad de la luz, mientras tiritaba de frío y anhelaba el confort de mi cama, se han convertido, con el tiempo, en esos intantes que uno conserva como los que marcaron el inicio de tu propia persona, que te han guiado, casi sin saberlo, hasta ser lo que hoy eres. Sin el Cosmos, sin haberlo explorado, de esa forma primeriza e ingenua, no estaría escribiendo esto (obvio, por otra parte), ya que, sin el Cosmos, tal vez no hubiese sobrevivido.

El Cosmos, sí, me salvó.