24.12.08

Planeta emergente



Nunca me canso de contemplar esta fotografía. Nunca me aburre pensar que todo aquello que nos ha sucedido a todos y cada uno de nosotros, ayer o hace mil años, todo absolutamente, aconteció allí. Océanos, nubes y tierra es todo lo que podemos observar desde la Luna acerca de la Tierra (como hicieron por vez primera los astronautas del Apolo 8, en diciembre de 1968). Y, más allá, el negro radical del espacio, también total y absoluto.

Para mí esta es, con mucha diferencia, la mejor fotografía sobre el espacio obtenida jamás por la especie humana.

17.12.08

Y más...



El Sol no es una estrella de grandes dimensiones. Muy al contrario, se trata del astro más vulgar y mediocre en cuanto al tamaño que uno puede encontrar en la Vía Láctea. Hay estrellas más pequeñas, desde luego, pero son también muchas las que le superan. Unos ejemplos de astros algo más grandes en comparación (Sirio, Pólux y Arturo, una gigante roja muy similar a cómo será el Sol dentro de unos 4.000 millones de años).

Y, a continuación, algunos monstruos estelares gigantescos; el Sol no es más que un pixel en el dibujo (un punto apenas visible). A la derecha de las tres estrellas mencionadas aparece Rígel y Aldebarán, supergigantes blanca y roja, respectivamente, y las descomunales Betelgeuse y Antares. Pese a su enormidad, estos últimos poseen, realmente, una densidad bajísima; tanto, de hecho, que si pudiésemos atravesar su "interior externo" con una nave espacial casi no percibiríamos nada más que espacio vacío. Estaríamos dentro de la estrella, pero no nos daríamos cuenta.

10.12.08

Comparaciones

La Tierra nos parece un mundo inmenso. Y lo es... para nosotros. Hay planetas vecinos nuestros que son una decena de veces mayores; en su volumen cabrían más de mil tierras. Y el Sol es cien veces mayor que el planeta que nos vio nacer; decenas de miles similares a él podría contenerse en su interior, el de esta estrella que, en realidad, es un astro bastante pequeño.

Pero esto, dicho en palabras, no aclara mucho. Mejor una imagen. En la figura de abajo la Tierra es la quinta esfera por la izquierda; Mercurio ni se aprecia (y eso que es bastante mayor que la Luna). No es de extrañar que consideremos (nosostros ahora que concemos su tamaño y, por intuición sabia, nuestros antepasados lejanos) que el Sol es nuestro astro rey.

24.11.08

La Creación, según los indios iroqueses



Hace muchos, muchísimos inviernos la Tierra estaba completamente cubierta por un inmenso manto de agua. No había Sol, ni Luna, ni estrellas. No había luz. Todo era oscuridad.

En aquellos tiempos las pocas criaturas que poblaban la Tierra vivían en el agua, y eran el castor, la nutria el pingüino y el pato.

Lejos, muy alto en el cielo, se hallaba el País de los Espíritus Felices, donde habitaba Rawenio, el Gran Legislador.

En la cúspide de la Tierra Alta crecía un árbol gigantesco. Un gran Manzano cuyas raíces habían horadado la tierra en la que crecía.

Un día, Rawenio arrancó aquel Gran Árbol y sus enormes raíces.
Llamó entonces el Gran Espíritu a su hija, que vivía también en el Mundo Alto, y le ordenó mirar por el agujero que el Gran Árbol dejara.

Esta mujer, que habría de ser la Madre del Bien y del Mal, se apresuró a mirar.
Vio a lo lejos, en la profundidad de los cielos, el Mundo Bajo cubierto de agua y rodeado de densas nubes.

“Has de ir a ese mundo de oscuridad”, le dijo el Gran Espíritu y, levantándola dulcemente del suelo, la dejó caer por la oquedad.

Ella flotó en el vacío. Abajo, muy lejos aún, se mecían sobre las aguas oscuras los animales acuáticos mirando al cielo, observando la Gran Luz, la luminosidad de la Mujer Celeste, que caía lentamente sobre ellos.

Y su cuerpo brillaba con tal resplandor que al principio se asustaron. Y llenos sus corazones de miedo, se sumergieron en las aguas más profundas.

Pero al olvidar sus temores volvieron a la superficie, y se preguntaron qué sería de la Mujer cuando cayera en el agua y qué podrían hacer con ella.

“Hemos de encontrar algún lugar seco donde depositarla cuando caiga” dijo el Castor, y recorrió todas las aguas en busca de tierra. Pero transcurrió mucho tiempo, y el cuerpo sin vida del Castor apareció flotando sobre las olas.

Tras él lo intentó el Pingüino, y su cuerpo no regresó nunca del fondo de las aguas. Todas las criaturas acuáticas se zambulleron en busca de tierra, pero no encontraron ninguna.

Finalmente la Nutria ascendió de las profundidades y también su cuerpo, ya muerto, flotó durante algún tiempo sobre la superficie de las aguas. Sus pequeñas garras, fuertemente apretadas, dejaron caer al abrirse, unos granitos de arena.

Las criaturas del agua cogieron esta tierra, llamaron a una Gran Tortuga y la depositaron sobre su caparazón, asegurándose que quedara bien fija. Inmediatamente la Tortuga creció muchísimo, igual que aquel puñado de arena.

Y así se hizo América del Norte, como una inmensa isla. A veces cuando la tierra cruje y se agita, y enormes olas golpean con dureza las playas, el hombre blanco dice “terremoto”. El Mohawk dice: “La tortuga se está estirando”.

La Mujer Celeste estaba ya muy cerca de la Tierra. “Debemos alcanzarla para que caiga a tierra fácilmente apoyándose sobre nuestras espaldas”, dijo el Jefe de las Palomas Blancas. Y una gran bandada de palomas surcó el aire, y arropando a la Mujer Celeste, la depositó cuidadosamente sobre la Tierra.

Al cabo de un tiempo, la Mujer Celeste dio a luz a dos hijos gemelos. El que habría de ser el Buen Espíritu nació primero. El otro, el Espíritu del Mal, fue el segundo, y durante el parto causó a su madre tantos dolores que a causa de ellos murió.
El Espíritu del Bien cogió inmediatamente la cabeza de su Madre en las manos y la colocó en el cielo. E hizose el Sol. Del cuerpo muerto forjó la Luna y las estrellas y las aposentó también en los cielos.

Después enterró el resto en las entrañas de la Tierra, y lo que de ella surgió fue alimentado por el Sol y por la madre Tierra.

El Espíritu del Mal ensombreció el Occidente y condujo al Sol más allá de la oscuridad.

El Buen Espíritu creó muchas cosas y dio a cada una un lugar en la Tierra. El Espíritu del Mal trató de deshacer el trabajo de su hermano, creando seres malignos.
Mientras el Espíritu del Bien creaba maravillosos y altos árboles como el pino y el eucalipto, el Espíritu del Mal empequeñecía a muchos, haciéndoles nudos y retorciéndolos. Cubría a otros de espinas y ponía en ellos frutas envenenadas.

El Espíritu Bueno hizo animales como el oso y el ciervo.
El Maligno creó animales venenosos, lagartos y serpientes que destruyeran a los animales de la Buena Creación.

El Espíritu del Bien hizo brotar fuentes y regatos de agua limpia y pura. El Espíritu del Mal roció de veneno las corrientes y puso serpientes en las riberas.
El Buen Espíritu creó ríos bellísimos y levantó altas montañas que los protegieran.
El Maligno arrojó sobre los ríos rocas y suciedad convirtiendo las corrientes suaves del Buen Hacedor en rápidas torrenteras de aguas peligrosas.

Finalmente, cuando la Tierra se hubo completado, el Espíritu del Bien creó al hombre de un trozo de arcilla roja. Le puso en la Tierra y le dijo cómo debería vivir. El Mal Espíritu no se mantuvo inactivo y de la blanca espuma del mar creó otra criatura: el Mono.

Tras la creación de la Humanidad y de las demás criaturas vivientes, el Buen Espíritu otorgó a cada uno de ellos un Espíritu Protector.

Llamó entonces al Espíritu del Mal y le ordenó que dejara de crear problemas por toda la Tierra. Pero éste se negó. El Buen Espíritu, encolerizado con su malvado hermano, le retó a combate. El vencedor gobernaría la Tierra. Utilizaron como armas dos grandes espinas de un Manzano Gigante.

Pelearon durante muchos soles.

Por último, el Espíritu del Mal fue vencido.

El Buen Espíritu regiría ahora toda la Tierra. Desterró a su perverso hermano al interior de una oscura cueva subterránea. Allí permanecería para siempre.
Pero el Espíritu Malo poseía sirvientes demoníacos que vagaban por la Tierra. Aquellos malvados espíritus podían tomar la forma de cualquier criatura que desearan, para torcer las mentes de los hombres incitándoles a realizar malas acciones.

Y esto es así porque cada persona lleva en su interior dos corazones: uno malo y uno bueno. No importa lo bueno que pueda parecer un hombre: siempre tiene algo malo. No importa lo malo que otro pueda parecer: siempre hay algo bueno en él. Ningún hombre es perfecto.

El Buen Espíritu continúa la Creación y protege a la Humanidad. A Él van los espíritus de los hombres buenos tras la muerte. El Espíritu del Mal recibe, en cambio, en su cubil, tras el último viaje, las almas de los hombres viles.

(Fuente: Cuentos de los indios iroqueses, Miraguano Ediciones, Madrid, 1988)

7.11.08

Luces de vida y muerte



Estos extraños filamentos de gas violáceo son los últimos restos físicos de una estrella, que explotó hace 160.000 años en las cercanías de la Gran Nube de Magallanes, una galaxia enana satélite de nuestra Vía Láctea.

Esparcidos por el espacio desde la explosión, estos restos atestiguan una muerte estelar espectacular; la estrella que antaño mantenía estos filamentos de gas en su ardiente interior era mucho más masiva que el Sol.

Murió porque fue incapaz de sostenerse a sí misma por más tiempo; era demasiado gigantesca, demasiado descomunal, y los gigantes de gas del Cosmos, aunque espectaculares, viven poco, porque requieren mucha energía, y las despensas se agotan pronto. El Sol, aunque más modesta, está destinada a vivir miles de millones de años más, hasta una vida total de casi 10.000 millones de años.

Sin embargo, esta materia expulsada al espacio, como el postrero signo de la existencia de una estrella masiva, será de nuevo útil en el Universo; servirá para otros astros, que adherirán el gas en expansión, rico en elementos pesados (los que permiten la formación de planetas y vida), a su propia creación, con el resultado de una constante perpetuación de la materia, entre puentes temporales de millones de años. Una estrella muere y el reciclaje cósmico se pone en marcha; con el tiempo, nuevas estrellas heredarán esos mismos materiales, prolongando la vida del Universo y permitiendo, entre otras muchas cosas, la presencia de este mundo azul y las innumerables especies animales y vegetales que lo pueblan.

(Publicado en El Hermitaño el 25 de octubre de 2005)

27.10.08

Tres sorpresas de Marte







Para quien creía que Marte no era más que un desierto seco y soso, desprovisto de interés "artístico", es decir, sin formaciones ni estructuras bellas y espectaculares, aquí van tres sencillos ejemplos de lo contrario. Una especie de 'mariposa', un campo de extrañas "plantaciones" y un cañón mucho más profundo y auténtico que el de Colorado nos muestran que Marte nunca ha sido un planeta aburrido para aquellos que saben adónde mirar.

(Publicado en El Hermitaño el 26 de julio de 2005)

13.9.08

Vientos de furia



Como una gigantesca burbuja en suspensión entre nubes de gas y vientos huracanados, esta extraña formación cósmica, llamada prescisamente Nebulosa Burbuja (NGC 7635, en Casiopea), nos indica que, a miles de años luz, está teniendo lugar un enfrentamiento galáctico: la nebulosa en forma de burbuja poco a poco se disuelve en el espacio como consecuencia de los fuertes vientos estelares que proceden de una estrella gigante cercana. La radiación que emite la estrella es tan potente, de hecho, que en un abrir y cerrar de ojos la concha de gas se difuminará como una acuarela en un estanque.

Son frecuentes estos vientos tan violentos. A veces, en zonas de formación de nuevos planetas, las estrellas jóvenes fogosas generan unos vientos estelares de tal magnitud que destrozan el caparazón gaseoso y de polvo que protege a los planetas embrionarios, situados en otros sistemas estelares más modestos, de modo que quedan, desnudos, a merced de las intensas radiaciones. El resultado es la disgregación de la materia y la imposibilidad de crear nuevos mundos.

En el caso del Sol parece ser que no tuvimos cerca uno de estos gigantes, porque la evidencia de nueve planetas (sería mejor decir ocho...Plutón ha dejado de serlo) así lo atestigua. Además, la presencia de vida en uno de ellos es también un indicio de que, en todo el tiempo de existencia de este Sistema Solar, no ha sufrido grandes cataclismos. En caso contrario, quizá no estaríamos discutiendo esto...

(Publicado en El Hermitaño el 7 de noviembre de 2005)

8.7.08

Término



Adiós, estrella. Resplandeces con los últimos rayos de tu luz mortecina y solitaria. Acabas tu vida, finalizas el camino, sientes que has llegado al término. Rebotas sobre tí misma, te inmolas para deshacer la materia que has robado de otros lugares, y la expulsas en una orgía de gas. Nutrirás el vacío allá por donde pases, en tu postrera expansión, y los embriones estelares agradecerán tu aportación. Sales al exterior, declinas toda invitación, sabes que se acerca el clímax, anhelas el momento de expirar.

Has concluido el recorrido que te marcaste; te sientes orgullosa, feliz, por haber cumplido contigo misma. Has sorteado dificultades y enfermedades, has dejado escapar lágrimas de vapor, pero en tu juventud nada fue capaz de pararte. Fogosa, rebelde, enérgica y descarada, iluminaste la oscuridad con relámpagos y centellas. Había muchos otras a tu alrededor, pero no brillaban; y las que hacían, carecían de la chispa, la marca que señala a las que tienen algo especial. Tú tenías esa marca, y la lucías como nadie.

Ahora te apagas, te marchitas y te desvaneces; pero el tiempo siempre ha llegado lento hasta tí, como adormecido, y apenas te ha afectado. Aún resta media eternidad para tu adiós. En el tránsito hacia el ocaso perenne, mutarás por fin y arrojarás tu ser a la inmensidad. Otras recogerán tu semilla, aunque tu fruto era único en toda la Creación. Rodeando astros, esquivando cometas de largas cabelleras, absorbiendo guijarros interplanetarios, escaparás para siempre, y tu esencia, la que nos hizo enloquecer, se confundirá con los pársecs y los eones, para escindir este mundo en dos y partir hacia el infinito.

Nos veremos allá lejos, donde nada tiene nombre y donde todo es idea, sentimiento y verdad.

(Publicado en El Hermitaño el 28 de noviembre de 2005)

7.6.08

Luz y mundos cercanos; un vistazo a la familia del Sol



El Sol, motor de la vida en el Sistema Solar.



Mercurio, tórrido y solitario.



Venus, cercano y hostil.



Sin comentarios.



La Luna, eterna acompañante.



Marte, el sueño del futuro


















Júpiter, gigante, estrella frustrada.



Saturno, poesía planetaria.



Urano, frío y oscuridad.



Neptuno, azul profundo en la distancia.

Más de allá de todo ello, la inmensa lejanía del espacio profundo. Polvo, restos de vaporosos cometas y algún pedrusco ocasional. Silencio, profundidad y vacío.

(Publicado en El Hermitaño el 28 de abril de 2006)

20.5.08

La enseña estelar

"Las estrellas están suspendidas por cuerdas que se izan durante el día y se sueltan por la noche".

Mitología babilónica, hacia el 3.000 antes de Cristo

6.5.08

Los siete danzarines



Hace mucho tiempo
cuando la nación Mohawk (el Pueblo de la Piedra)
aún acampaba a orillas del lago Keniatiio (Ontario),
un grupo de niños, siete exactamente,
quisieron formar una organización secreta.

Por la noche
Se reunían alrededor del fuego pequeño del Consejo,
allá donde el bosque muere en las aguas del lago,
y danzaban al ritmo de los tambores.
Un día el pequeño Jefe sugirió hacer un banquete
en su próximo Consejo ante el Fuego.
Cada uno de los siete muchachos debía pedir
a su madre algo de comida para llevar al banquete.
Un muchacho pediría sopa de maíz,
otro carne de venado, otro mazorcas, y así uno tras otro.

Al día siguiente todos solicitaron
de sus madres las viandas necesarias,
Y a cada uno de ellos les fue rechazada la petición.
Todas las madres dijeron a sus hijos
que en casa había suficiente comida
y que no tenían necesidad de comérsela en el bosque.
Los pequeños guerreros se sintieron muy infelices
al no conseguir la comida para el banquete nocturno.
Llevaban las manos vacías y el corazón triste.

Aquella noche se reunieron junto al lago,
en su lugar secreto de danza.
El pequeño Jefe dijo a sus guerreros
que danzasen lo más fuerte que pudieran.
Les dijo que mirasen al cielo mientras lo hacían.
Y les dijo que no volvieran nunca la vista atrás,
ni aún cuando les gritasen sus padres que volvieran a casa.
Diciendo esto, cogió su tambor de agua
y mientras lo golpeaba, entonó una melodía llena de poder.
Una canción de brujo.

Los muchachos danzaron y danzaron.
Y mientras ejecutaban los movimientos,
sus corazones parecieron aligerarse de peso,
y pronto olvidaron sus problemas.
La melodía aumentó de ritmo y enseguida
los muchachos sintieron que sus cuerpos danzaban en el cielo.
Sus padres les vieron bailar
sobre las copas de los árboles y les ordenaron que regresaran.
Un joven danzarín que por un instante volvió la vista atrás
se convirtió en una titilante nueva estrella.
Los demás, al poco tiempo se convirtieron también
en estrellas pequeñas y parpadeantes y quedaron prendidas del cielo.

Así, cuando un Mohawk ve las estrellas de las Pléyades
crepitar y danzar en la noche, durante los fríos del invierno, dice:
“Los pequeños guerreros están danzando con fuerza esta noche”.
Danzan para siempre sobre los poblados iroqueses.


(Fuente: Cuentos de los indios iroqueses, Miraguano Ediciones, Madrid, 1988)



(Publicado en El Hermitaño el 7 de septiembre de 2005)

14.4.08

Alfa Centauri; unos vecinos con aires de superioridad

Tenemos como vecinos estelares más próximos a unos que aunque quizá no se vanaglorien por poseer una familia planetaria tan extensa como la de nuestro Sistema Solar, sí se sienten orgullosos por formar parte de un grupo de estrellas allá donde nosotros sólo tenemos una; desde un punto de vista astrofísico, el sistema de Alfa Centauri nos lleva la delantera. Son tres estrellas prometedoras contra la solitaria figura de nuestro Sol.

Es como si de los vecinos arrogantes de enfrente se tratara. Nosotros sólo tenemos un hijo; ellos tres. Y no intentan precisamente evitar la situación de deshonor que creen que ello supone para nosotros. En absoluto, siempre que pueden nos lo recuerdan. Cada vez que miramos a Alfa Centauri (aquellos que tengan acceso al firmamento meridional, ya que sólo es visible desde el hemisferio sur), su luz brillante y majestuosa (no en vano es la tercera estrella más brillante del cielo) parece sugerir que no olvidemos que en realidad no está sola en el espacio, como el Sol, sino muy bien acompañada por otros dos astros, uno de los cuales es casi un calco de ella y un otro que, aunque tenue e insignificante, cierra y armoniza el círculo estelar de todo su sistema.

Esta afrenta cósmica nunca hubiese tenido lugar si los astrónomos de la Tierra no estuvieran tan entusiasmados en observarlo y descubrirlo todo. Tras efectuar una serie de mediciones de la paralaje de Alfa Centauri (también llamada Rigel Kentaurus)[1], en 1840 se llegó a la conclusión de que esta estrella estaba muy cerca, mucho más que ninguna otra conocida. De hecho, el ángulo de la paralaje medido era muy grande, de 3,75 segundos de arco, lo cual correspondía a una distancia de nosotros extremadamente corta; sólo 4,3 años luz. Alfa Centauri se convertía así en la estrella más próxima al Sol.

Los análisis de su luz mediante el estudio de su espectro nos mostraban a una Alfa Centauri muy poco extraordinaria. Se trataba de un astro que, a priori, era muy similar al Sol. Su tipo espectral era G2V, exactamente el mismo que el de nuestra estrella, es decir, una enana amarilla corriente que pertenecía a la secuencia principal (una larga fase en la vida de las estrellas como el Sol en la que queman tranquilamente el hidrógeno en helio mediante la fusión nuclear). Por tanto, si era tan brillante (magnitud –0,04) era debido exclusivamente a que se encontraba muy cerca. Alfa Centauri tendría asimismo una temperatura superficial casi idéntica a la del Sol, aproximadamente unos 5.800º K, y su luminosidad total no sería mayor que una vez y media la de nuestra estrella. Por otra parte, sus dimensiones, las cuales pueden saberse al conocer su brillo real y su temperatura, era de 1,07 veces la del Sol. En resumen, la estrella más cercana al Sol resultaba ser su hermana gemela.

El problema vino en 1889, cuando los astrónomos de la Tierra pudieron descubrir que esta estrella en realidad no estaba sola en el espacio; tenía una compañera. Para más inri, esta segunda estrella es muy parecida a la primera, casi como su verdadera gemela. Ambas, como buenas hermanas, giran una en torno a la otra, como si jugasen eternamente al corro, en un periodo de unos 80 años, aproximadamente una vida humana. A veces se acercan hasta sólo 15 unidades astronómicas (15 veces la distancia Tierra-Sol), mientras que otras se separan al triple de distancia, tal vez debido a rabietas infantiles incontrolables. Esta segunda componente es un poco menos brillante (magnitud 1,17) debido a que es un poco menos masiva (0,85 veces la masa solar, en comparación con las 1,1 veces la masa solar de Alfa Centauri A), lo cual unido a su superior tamaño (1,22 veces el radio del Sol), provoca una temperatura más baja, de acuerdo a su tipo espectral (K1V).

Así, el Sol se quedó aislado, desamparado: Alfa Centauri tenía su propia gemela (figura 1), despreciando como tal al Sol y relegando a este a una vagabundeo solitario para siempre. Pero la humillación aún no había acabado. Si no era ya suficiente irritación para el Sol tener que pasar a un segundo plano dentro de la población de estrellas cercanas a él por su carácter estelar antisocial y su apatía a compañerismos de cualquier clase, las cosas iban a empeorar con el descubrimiento de Proxima Centauri. 1915 es un año que se recuerda con entusiasmo por muchos científicos terrestres porque fue el momento cumbre de Albert Einstein (1879-1955), al completar su teoría de la relatividad en las aulas del Kaiser Wilhelm Institute de Berlín. Pero ese mismo año también se recordará como el que acabó de martirizar al Sol como ermitaño estelar. Aunque separada unos 2 grados de distancia de la pareja de Alfa Centauro, el descubrimiento de Proxima Centauri, cuya paralaje arrojaba un valor de 0,89 segundos de arco (lo que traducido equivalía a 3,65 años luz, aunque posteriormente se afinó el valor correcto hasta 4,27 años luz), hizo temer que se tratara de otra compañera de la ya ex-gemela del Sol. Si Proxima hubiese sido observada al otro lado del firmamento estrellado no hubiera habido motivos para sospechar conexión alguna, pero su cercanía al par principal y la distancia casi idéntica llevaron a los astrónomos a sugerir su posible relación con Alfa Centauri.



Figura 1: comparación entre el Sol y Alfa Centauri, a escala. (K. Croswell).

¿Es cierta esta relación? Lamentablemente, parece que sí. En los aledaños interestelares de la región del espacio que rodea al Sol la distancia media que existe entre dos estrellas independientes es de aproximadamente 7 años luz. La separación entre Alfa Centauri y Proxima Centauri es de sólo 0,19 años luz, ochenta veces menos. Esto puede dar una idea de la posible ligadura entre el sistema mayor y esta pequeña componente, tan tenue que es necesaria observarla con telescopio.

El Sol y sus vecinos
Sol- AlfaCentauri A- AlfaCentauri B- Proxima
Color Amarillo Amarillo Anaranjado Rojo
Tipo espectral G2 G2 K1 M5
Temperatura 5800 K 5800 K 5300 K 2700 K
Masa 1.00 1.09 0.90 0.1
Radio 1.00 1.2 0.8 0.2
Luminosidad 1.00 1.54 0.44 0.00006
Distancia(años-luz) 0.00 4.35 4.35 4.22
Edad (miles de millones de años) 4.6 5 – 6 5 – 6 ~1?

Tabla 1: algunas características del Sol comparadas con las del sistema estelar de Alfa Centauri.

No obstante, al conocer la edad de Proxima (de alrededor de mil millones de años, una quinta parte de la del Sol o la pareja Alfa Centauri) ha habido dudas al respecto. Si se supone que las tres estrellas se formaron en grupo ¿cómo es que Proxima es tan joven? Además, este astro tiene un comportamiento extraño; en ocasiones aumenta drásticamente su luminosidad, lo cual evidencia una naturaleza distinta al par principal. ¿Qué le ocurre a Proxima, por qué motivo muestra esas alteraciones? ¿Se siente acaso discriminada al no ser tan grande, luminosa y espléndida como sus dos hermanas (figura 2) y por ello lanza esos berrinches en forma de luz y radiación desatada?



Figura 2: Alfa Centauri, en una fantástica fotografía del DSSS. (DSSS Project)

Pobre Sol. Ha quedado relegado a un lastimoso segundo plano. Ahora sus presuntuosas e insolentes vecinas alardean constantemente de su superioridad, de su “familia”. No obstante, el Sol replica a su favor que posee al menos un planeta con vida, y además, vida inteligente. ¡Ja! ¡La cagaste, Alfa Centauri!. Pero, en realidad, parece que la historia tiene un final feliz sólo de momento. Las características físicas de Alfa Centauri son prometedoras para buscar vida en algún planeta que pueda tener. A medida que se avance en el desarrollo de nuevas técnicas de detección de exoplanetas, uno de los lugares más obvios dónde buscar será precisamente en las estrellas parecidas al Sol que estén cerca. Y la mejor candidata, claro, es Alfa Centauri. Se puede argumentar en contra el hecho de que esta estrella sea un sistema doble cerrado, pero tampoco faltan las investigaciones teóricas que sugieren que incluso en esas circunstancias, la vida puede florecer. Si a ello le sumamos el hecho de que las dos Alfa Centauri van a vivir casi tanto como el Sol, entonces las probabilidades de que, en algún momento, pueda originarse vida en planetas que las orbiten son, quizá, muy altas. ¿Vida inteligente? No es muy probable, pero Alfa Centauri ya ha dado muchas sorpresas. ¿Quién dice que, tal vez, no hiera una última vez y para siempre el amor propio de nuestro infeliz Sol?

- Bibliografía y direcciones de interés:

- Alfa Centauri, S. Pellegrini, ASTRONOMÍA, sección Estrellas y constelaciones, págs. 12-13, Orbis, 1992.
- http://homepage.sunrise.ch/homepage/schatzer/Alpha-Centauri.html

[1] La paralaje es una técnica astronómica que permite, midiendo la variación de la posición de un objeto sobre el fondo estrellado a lo largo de un periodo grande de tiempo, conocer su distancia.

25.3.08

El camino del hombre



Nuestro sendero vital se engarza con el de las estrellas. Tanto nosotros como ellas partimos de un único punto de energía, en el primer instante de la eternidad. Tomamos forma a partir de la creación sideral, y nuestra conciencia acabó por prender, por fin, en el espacio casi sin sustancia. A muchos eones vista, el destino es el mismo origen; fusionarnos con la materia y la imaginación del Cosmos. Somos los descendientes de las estrellas, pero ¿cuántos de los hombres se atreven a brillar con luz propia? Muchos de los que nos rodean prefieren hacerlo con luz opaca, existiendo como simples reflejos inútiles de portentosos fuegos ajenos. Si procedemos, en efecto, de lo alto, de lo más alto y glorioso que jamás haya existido, hay que honrar a nuestros ancestros, y nada mejor para hacerlo que resplandecer por nosotros mismos.

(Publicado en El Hermitaño el 21 de octubre de 2007)

7.3.08

Tierra y Luna



Sensacional perspectiva de la pareja de mundos más entrañable para la especie humana (con el permiso del Sol, naturalmente). Es casi un milagro observar cómo todo un planeta, con su vida e historia, puede ser visto como algo tan exiguo en la oscuridad del espacio. ¿Quiénes creemos que somos, con nuestra arrogancia y chauvinismo, si en realidad todo lo nuestro, todo aquello que nos ha sucedido como especie, puede encapsularse dentro de esa esfera azul y blanca, apenas formada por unos puntos de luz?

El Universo sirve para mucho; sobretodo, para destacar que el orgullo y la insolencia de los humanos, la creencia de que somos algo muy grande, es vana, ingenua y falsa. Somos importantes de puertas adentro, pero al salir al Cosmos, perdemos casi toda relevancia. La lección de humildad es devastadora, pero el escarnio es justo, y real.

20.2.08

Eclipse total de Luna, en la madrugada de hoy



Hoy, a partir de la 1:45 de la madrugada, recibiremos otro regalo mágico del cielo. Hacia las cuatro y media, tras un intervalo de oscurecimiento lunar, quien pueda y quiera verá a nuestra Luna teñirse de un color rojo intenso, como el de la fotografía.

El progresivo oscurecimiento del disco lunar es consecuencia del paso de éste justo por el cono de penumbra. La fase de la totalidad se inicia cuando el disco penetra en la propia sombra de la Tierra, como se ve en la figura siguiente.


(Astroenlazador)

Lástima que en buena parte de España, y desgraciadamente también por las tierras mediterráneas, las nubes no van a favorecer la observación de este espectacular evento. Quizá podamos, al menos, vislumbrar la metamorfosis cromática de la Luna a través de un manto nuboso parcial, a modo de fantasmagórica visión nocturna. Tal vez las nubes ofrezcan una perspectiva más evocadora y sugerente del fenómeno...

Aprovechemos la oportunidad. No podremos disfrutar otra hasta 2010.

Más información:

El cielo del Mes
Astroenlazador

17.2.08

Galileo Galilei, el falso genio (I)

En el ámbito de la Ciencia se tiende a atribuir un reconocimiento un tanto exagerado a aquellos hombres que, aun habiendo realizado notables aportaciones e incluso modificado sustancialmente la visión que se tenía del mundo y el Universo, gozan del rango de "genio" científico. Pero algunas contribuciones de estos "genios" no se basan en experimentaciones, como todo precepto científico establece para considerar las hipótesis como verdaderas, sino que son simples invenciones y ajustes, llevados a cabo para "maquillar" el resultado observacional y realzar la gloria para quien no se la merece o debería tener un "rango" más discreto: uno de estos personajes es Galileo Galilei.

Si mañana nos preguntasen qué sabemos de un tal Galileo, es posible que respondiéramos: "Fue un científico italiano que inventó el telescopio, hizo un famoso experimento en la Torre de Pisa y estableció los cimientos de la investigación moderna, corroborando con pruebas y evidencias sus hipótesis." Sin embargo, la historia de Galileo Galilei (figura 1) no es tan simple, y está repleta de verdades a medias, afirmaciones falsas, invenciones sutiles y un gran egoísmo y prepotencia. Por otra parte, es también cierto que este científico contribuyó de manera decisiva, tal vez por su testarudez y obstinación más que por las evidencias en que se apoyaba, a la fijación de unos cánones por los que circularía la evolución de la Ciencia durante cuatro siglos. Aquí sólo pretendo realizar un pequeño repaso por lo que Galileo realmente aportó desde el punto de vista más crítico posible. Intentaré no caer en amonestaciones excesivamente duras, pero me parece mejor juzgar con severidad al genio que al iniciado. En demasiadas ocasiones, las "autoridades científicas" han impedido el avance de la Ciencia y, en realidad, se han convertido en un estorbo más que una ayuda para comprender el Universo donde vivimos, aunque éste no sea el caso particular que nos ocupa.



Figura 1: retrato de Galileo Galilei en su vejez, con un telescopio en sus manos.

1. Galileo y la torre de Pisa.

Quizá el más famoso de cuántos experimentos se dice que Galileo Galilei (1564-1642) realizó fue el de la torre de Pisa (figura 2). En esa ciudad italiana se encontraba nuestro personaje estudiando en la Universidad cuando apenas contaba veinte años.



Figura 2: la torre inclinada de Pisa, donde al parecer Galileo hizo sus experimentos.

La doctrina aristotélica, que había sido seguida sumisamente por la mayoría de los pensadores a lo largo de casi dos milenios, establecía que los objetos caen con una velocidad que es proporcional a su peso. Es decir, cuánto mayor es, más rápidamente cae el objeto al suelo. Aristóteles pensaba que si se juntaban dos ladrillos y se dejaban caer, el tiempo de llegada sería doble que en el caso de lanzar un único ladrillo.

Según cuenta la historia convencional, Galileo subió a lo más alto de la torre de Pisa provisto con bolas de plomo, oro, cobre y otros materiales. A unos 55 metros más abajo se encontraban expectantes cientos de estudiantes y curiosos y un nutrido grupo de profesores y filósofos de su misma Universidad. Al dejar caer dos bolas de diferente naturaleza, siempre en base a la narración común, todo el mundo pudo contemplar asombrado que ambas bolas alcanzaban el suelo en el mismo instante, echando por tierra el crédito del sistema aristotélico. Resultaba pues que dos objetos de diferente peso tardaban lo mismo en llegar a tierra y, con ello, Galileo aumentó considerablemente su fama.

Pero, aun aceptando que Galileo hubiese realizado realmente el experimento, algo que no está ni mucho menos claro (L. Cooper publicó en 1935 un libro, "Aristóteles, Galileo y la torre de Pisa", donde menciona que no hay documento alguno o prueba evidente que demuestre que fue llevado a cabo), lo que no cuadra de ninguna manera es que los observadores que estaban al pie de la torre realmente viesen como las dos bolas llegaban al unísono al suelo. Y esto no es posible porque existe un factor, el llamado rozamiento del aire, por el que objetos de menor peso serán "frenados" en su caída por esta resistencia. Una bola de plomo, por tanto, llegaría antes al suelo que una de goma y lo que se afirma no sería en realidad más que una leyenda, es decir, una invención perpetuada a lo largo de siglos.

No obstante, según parece el propio Galileo efectuó posteriormente otras pruebas similares donde en efecto demostraba que aquello que impedía que llegaran ambas esferas de diferentes materiales era el rozamiento del aire y no el peso. En otras palabras, Galileo sabía que su concepción era correcta, y así se demostró teóricamente, pero la evidencia práctica era imposible realizarla por el rozamiento del aire.

Importantes y prestigiosos físicos como sir Oliver Lodge en su obra Los pioneros de la ciencia (1893)y George Gamow en Biografía de la Física (1963) afirmaban tajantemente que el experimento había sido llevado a cabo, pese a la opinión de los historiadores de considerar toda el suceso como una simple leyenda.

Puede que lo más sorprendente del caso es que uno mismo puede comprobar experimentalmente que dos esferas, una de plomo y la otra de corcho, por ejemplo, no alcanzan la superficie al mismo tiempo, sino que lo hacen con una diferencia bastante grande. Las premisas de Galileo se basaban en un aparato teórico estupendamente preciso (en realidad se puede comprobar si lanzamos las dos esferas dentro de un tubo de vacío, o como realizaron, si la memoria no me falla, los astronautas en la Luna en alguna de las misiones Apolo), aunque no pudo justificarse con una prueba desde la torre de Pisa debido al rozamiento del aire, pese a los numerosos intentos. Si nos hubieran dicho eso precisamente no habría motivo de queja, pero la típica historia que aparece en multitud de libros de texto y ensayos científicos y donde todo acaba bien porque el genio demuestra la veracidad de sus ideas, es tan falsa como irritante, ya que seguramente si se hubiera tratado de otro investigador y no de Galileo la crónica de los ensayos en la torre de Pisa hubiesen sido verídicos y no tan adulterados. Para completar el cuadro, debe decirse que no fue el propio Galileo quien difundió las ideas de la exactitud práctica de sus reflexiones, sino que se deben a Vincenzo Viciani, un discípulo suyo y a la biografía que escribió sobre su "héroe". De ahí salen muchas verdades a medias y exageraciones de la vida del genio pisano.

2. Galileo y el plano inclinado.

Otra de las aseveraciones históricas sobre los logros de Galileo es la que tiene como protagonista al experimento con el plano inclinado, aspecto que todos los estudiantes de secundaria han estudiado, no sin cierto fastidio en algunos casos. Lo que se nos viene a decir es que si dejamos rodar una bola sobre un plano inclinado (por ejemplo levantando un pedazo de madera o corcho) ésta irá recorriendo en idénticos espacios de tiempo distancias cada vez mayores. Más exactamente, los espacios recorridos serán proporcionales a los tiempos que se emplean en recorrer esos espacios.

Para probar tal valiosa premisa, Galileo empleó una bola de bronce redonda y muy bien pulida y un canal inclinado también pulido al máximo para que fuera lo más liso posible. Galileo afirma que efectuó una cantidad enorme de ensayos con el plano inclinado (él mismo cita casi un centenar de intentos) para demostrar la famosa ecuación (e=1/2at2, o espacio= ½ de la aceleración por el tiempo al cuadrado), base de la ley del movimiento uniformemente acelerado. El hecho de que Galileo hubiese dispuesto su instrumental de una manera tan cuidadosa, minimizando los efectos del rozamiento, culpables de medidas poco fiables, y asimismo repitiendo el experimento tantas veces como él mismo asegura, es considerado como el espíritu científico que todo investigador debe seguir para que sus resultados puedan ser considerados objetivos y fiables. En cualquier libro de Física de secundaria podríamos encontrar casi con total seguridad descripciones de este método tan revelador para determinar con precisión la verdad que subyace en los experimentos y no dejarse llevar por puntos de vista personales o apasionados, que interfieren en saber dónde está lo real y dónde el deseo. Frases como "el cuidado y la genialidad que demuestra Galileo en sus mediciones, representa con certeza una de sus más notables cualidades" son comunes, pero no ciertas. Y no lo son porque el problema se presenta al comprobar que aquel experimento que Galileo supuestamente ha realizado en tantas ocasiones, no fue realmente llevado nunca a cabo. Asimismo, las mediciones precisas que Galileo efectuó son pura invención.

Aunque un contemporáneo de Galileo, el padre Marino Marsenne, constató que no podía reproducir los resultados que Galileo aseguraba, aunque repitió el experimento en las mismas condiciones e instrumentos utilizados por aquel, y Alexandre Koyré, historiador científico, sostiene que en realidad Galileo no lo hizo nunca, muchos siguen en sus trece y mantienen la opinión contraria, pese a que aceptan la imposibilidad de realizar el experimento y cosechar los resultados descritos por Galileo si se emplean sus instrumentos y métodos.

Thomas S. Settle, por ejemplo, defendía en 1961 que Galileo obtuvo unos resultados aproximadamente acordes con los alcanzados a través de experimentos realizados en la actualidad. No eran exactos pero estaban muy cerca de serlo. Stillman Drake fue otro de los investigadores que argumentaba con firmeza que los resultados de Galileo corroboraban que, en efecto, había realizado los experimentos con el plano inclinado. Esto podría llevar a pensar que aquellos cuya opinión es distinta a la de Settle y Drake tienen ante sí el peso de la ciencia, pues ambos son reconocidos estudiosos de Galileo. Deberíamos, por tanto, hacerles caso y pensar que Galileo sí efectuó sus experimentos y logró resultados perfectamente aceptables y dignos de su prestigio científico.

No obstante, si nos apasiona la verdad y deseamos llegar al fondo de la cuestión, no hay autoridad científica que valga si no está corraborada por investigadores independientes y sin intereses (Drake es un destacado especialista sobre Galileo y quizá quiera mantener a toda costa el status de "genio" del científico pisano). Resulta que en realidad lo que nos cuentan Settle y Drake está bastante lejos de la verdad. Settle, en particular, no había efectuado el experimento con las mismas premisas que Galileo, y de esa manera obtenía resultados próximos a los que establecía la ley teórica (debida también a Galileo, por supuesto). Los datos obtenidos en condiciones "controladas" indican bien a las claras que no es posible obtener los resultados de Galileo. De nuevo nos encontramos ante algo singular: el entramado teórico de Galileo era correcto, pero no hizo nunca las pruebas que confirmaran su ley, como nos dice el propio Galileo.

Galileo Galilei, el falso genio (II)

3. Galileo, el barco y la ley del isocronismo del péndulo.

El llamado principio de relatividad galileana establece que no importa si los fenómenos físicos tienen lugar en tierra firme o bien mediante movimiento, pues ocurren del mismo modo y tienen las mismas consecuencias. Si lanzamos hacia el suelo una esfera desde lo alto de una casa llegará a la superficie en línea recta desde el punto de lanzamiento. Si repetimos la experiencia desde el palo mayor de un barco surcando el océano, siempre que éste se mueva con un movimiento rectilíneo y uniforme, la esfera caerá exactamente al pie del palo. Aunque las implicaciones de tal prueba están más cerca de rebatir las ideas aristotélicas al respecto de una tierra inmóvil que la explicar ningún fenómeno físico particular, Galileo admitió no haber realizado tal experimento en ningún momento. Pese a ello, todos los libros señalan que fue un punto importante a favor de que la Tierra se movía en torno a su eje. Pero como la esfera cae a los pies del lugar de lanzamiento no puede decirse si el barco está en reposo o en movimiento, y si se dejan caer desde la azotea de una casa no nos indican tampoco si la Tierra se mueve o está fija en el espacio, por lo que el experimento no aporta gran información y no han motivo alguno de considerarlo como una prueba más a favor de la rotación de nuestro planeta.

Es posible que lo que más moleste sea el tono en que Galileo discute el tema en sus Diálogos. Dirigiéndose a Simplicio, que encarna a los aristotélicos y escépticos (nombre a todas luces despectivo hacia los que no pensaban como él) le dice que, en realidad, "yo estoy seguro de que el experimento tendrá lugar como os digo porque es necesario que así ocurra".

Como reseña Federico di Trocchio en su obra Las mentiras de la Ciencia (de donde he extraído gran parte de la información que aparece hasta aquí sobre los experimentos de Galileo), "es evidente que este proceder no se corresponde en absoluto con la idea del método experimental que nos han enseñado en el colegio y mucho menos con el ideal de disciplina ética y metodológica del científico". No solamente no efectuaba las pruebas para comprobar sus preceptos teóricos, sino que instaba a los demás a creerle porque él debía estar en posesión de la verdad.

También merece la pena citar de pasada otro supuesto experimento que Galileo realizó, el del péndulo. La ley del isocronismo del péndulo, debida también a Galileo, nos informa de que el periodo de oscilación de un péndulo no depende de la amplitud de la oscilación. Para confirmar tal extremo, Galileo habla de una serie de experimentos encaminados a demostrar que "dos esferas conservaban una constante de sus recorridos a través de todos sus arcos", o sea, se probaba la ley del isocronismo del péndulo. Ronald Naylor fue quien mostró que Galileo no había realizado las oportunas medidas que dieran validez a tal ley. De hecho, Naylor repitió el experimento y se dio cuenta de que el resultado era incongruente y no la demostraba en absoluto.

Galileo no ha probado, por consiguiente, ninguno de los cuatro experimentos nombrados hasta ahora, lo que dice bien poco acerca de su método de comprobación "cuidadoso y genial".

4. Galileo y el telescopio.

Por alguna y extraña razón, no hay quizá logro mayor de Galileo que el descubrimiento del telescopio para la observación del firmamento. Resulta cuando menos sorprendente comprobar que, realmente, Galileo ni inventó el telescopio, ni fue quien tuvo la intuición de orientarlo hacia el cielo estrellado y tampoco, por tanto, fue suya la primera exploración del Cosmos.

Debemos remontarnos hasta los primeros años del siglo XVII. Por aquel entonces, Holanda contaba con los científicos de la talla de Christian Huygens (1629-1695), quizá el astrónomo más grande entre la época de Galileo y Newton y uno de los investigadores más prolíficos y fructíferos (ayudó a comprender la naturaleza de la luz sosteniendo una opinión totalmente contraria a la de Newton a este respecto). También encontramos a Anton van Leeuwenhoek (1632-1723), naturalista que perfeccionó los microscopios y, asimismo, podemos tener noticia de un tal Hans Lippershey.

La primera evidencia no ambigua que nos ha llegado referente a la construcción de un telescopio fue la petición de patente por Hans Lippershey en 1608; en ella se nos dice que el portador "reclama los derechos sobre un artefacto por medio del cual todas las cosas a grandes distancias pueden ser vistas como si estuvieran cerca". Lippershey era un constructor de anteojos en Zelanda, una provincia de Holanda, y aunque la patente le fue denegada porque era fácil copiar el invento, apenas tres semanas después ya había otros dos artesanos construyendo sus rudimentarios telescopios, Sacharias Janssen y Jacob Adriaenszoon. El hecho de poder ver barcos enemigos desde largas distancias era, sin duda, motivo más que suficiente para que las grandes potencias navales de la época desearan poder construir telescopios, y pese a los esfuerzos de Lippershey por ocultar su fantástico descubrimiento, en apenas medio año ya había telescopios en España, Francia e Italia.

A mediados de julio de 1609, Galileo se enteró de su existencia y se fabricó uno, de mayor calidad y nitidez que el original holandés. Debemos, por tanto, rechazar la típica frase de "Galileo inventor del telescopio". Casi un año antes que él, este instrumento (que ha revolucionado absolutamente la concepción humana del Cosmos y su lugar en él) se ideó en la mente de un holandés que ahora, ni tan siquiera merece un lugar en las enciclopedias (Existen, además, diversos estudiosos de la época, como John Dee, Giambattista della Porta y el padre e hijo Leonard y Thomas Digges, a los que se les atribuye la invención del telescopio. En todos los casos, sin embargo, no parece haber una evidencia auténtica sino más bien son interpretaciones de los textos que dejaron escritos. Cuando nos movemos en terrenos especulativos, lo mejor es dar cierta probabilidad a cada una de las distintas posibilidades, pero nunca podemos afirmar nada de manera categórica sin más datos o pruebas a favor de una u otra versión).

Otra de las patrañas habituales con relación al telescopio es considerar a Galileo como el primer ser humano en la historia que lo dirigió hacia el cielo, iniciando las observaciones astronómicas con ayuda de este instrumento. Es, por supuesto, una falsedad más.

Hay constancia de un reporte que nos habla de una visita del embajador del rey de Siam al príncipe Mauricio en la Haya, el 10 de septiembre de 1608 en la que se nos informa que ese día tuvo lugar una observación del cielo mostrando que el telescopio descubría estrellas que eran invisibles a la vista humana desnuda. Thomas Harriot, astrónomo inglés, se encontraba realizando un mapa lunar desde el 5 de agosto de 1609, bastante antes de que Galileo efectuara sus reveladoras observaciones telescópicas (descubrió cuatro satélites de Júpiter, las fases de Venus, las manchas solares en nuestra estrella, los anillos de Saturno, etc., aunque todos ellos pueden ser, también, descubrimientos mal atribuidos). De la misma manera, y según John Gribbin, el ya citado Thomas Digges habría estudiado el cielo con el (supuesto) telescopio fabricado por él, y llegó a considerar el Universo como algo infinito. Para llegar a tal conclusión, parece que Digges hubo de observar el firmamento a través del telescopio, según postula Gribbin. Pero de lo que no cabe duda alguna es que Galileo no tuvo nada que ver con la invención del telescopio (sí con su perfeccionamiento, figura 3) y que tampoco fue pionero empleándolo en la contemplación del Universo (¡de ser cierta la hipótesis de Gribbin, Digges habría visto el cielo por el telescopio 35 años antes que Galileo, cuando éste sólo tenía 12 años de edad!).



Figura 3: catalejo construido por Galileo en 1610.

Por lo que respecta a sus logros auténticos, Galileo construyó eficientes relojes, inventó la balanza hidrostática y el termómetro, observó en 1604 una estrella nueva (ahora llamada supernova, así como los importantes descubrimientos astronómicos reseñados más arriba (aunque también se ponen en duda y quizá no habría que considerarlos como hallazgos originales en casi ningún caso, lo que conduciría a otros posibles y numerosos plagios astronómicos por parte de Galileo...). De los cuatro experimentos citados en los apartados anteriores, Galileo fue quien estableció toda la base matemático-física. Si hubiera podido realizar sus correspondientes comprobaciones prácticas y no hubiese alterado el resultado para hacerlo coincidir con lo estipulado teóricamente, podríamos hablar de un auténtico genio científico.Y se le considera, como ya hemos comentado, el padre de la moderna metodología científica, porque consideró (correctamente) que la única manera de conocer objetivamente la naturaleza de los fenómenos físicos era realizar experimentos y pruebas cuando ello sea posible (pese a que él mismo no siguiera escrupulosamente estos propósitos).

Tengo la impresión de que para considerar a algún científico como "genio" éste debe adelantarse a su tiempo, construir un aparato teórico impecable y probarlo con auténticos resultados y, sobre todo, no dejarse influir por la fama, la gloria, la vanidad o el deseo de ser el más grande. El paso del tiempo, y con él la aparición de la Verdad, conlleva necesariamente poner a cada uno en su sitio, sin exageraciones ni invenciones. El de Galileo es sólo un caso, muy notable y de implicaciones profundas, pero la historia de la Ciencia nos ofrece muchos más. Pese a quien pese, la Ciencia no es sólo el mejor instrumento para conocernos a nosotros mismos, el mundo que vivimos o aquellos que moran en la vastedad cósmica, también es, al menos en algunos ámbitos, una disciplina infectada por la enfermedad quizá más penosa de todas, y que amenaza con eliminar el conocimiento objetivo: la mentira.

Si ya estamos rodeados de fraudes, supercherías, engaños y verdades a medias, debidos a algunos campos de las paraciencias, la política o también como cada vez es más evidente en los medios de comunicación, influidos por inclinaciones ideológicas muy alejadas de la objetividad que se les supone, quizá el único medio de conocimiento donde debería reinar la verdad, o al menos la búsqueda de ésta de la manera más fiable y crítica posible, es la Ciencia. Pero hasta el momento la Ciencia también se ha visto involucrada en intereses personales, afán de gloria y un trato extrañamente indiferente hacia los que engañan e incluso no criticando su actitud sino premiándola (como en el caso patético y esperpéntico de Robert Gallo y el virus del SIDA).

Debemos buscar la verdad allá donde nos lleve, sin temor a descubrir lo desconocido e intentar que la Humanidad pueda disfrutar del conocimiento adquirido por más de dos milenios de evolución, pero al mismo tiempo tenemos la obligación de exigir que ese conocimiento no esté adulterado ni manipulado, porque de lo contrario estaremos llenando nuestra mente de porquería intelectual. El saber debe estar, en la máxima medida posible, extento de mentiras, y la Ciencia ha de ser el pilar cultural que inicie ese movimiento por un conocimiento auténtico y genuino.

- Bibliografía:

- La invención del telescopio, Francisco Rodríguez Bergalí, Astronomía, nº 16, octubre de 2000, págs. 76-80.
- Las mentiras de la ciencia, Federico di Trocchio, Alianza Editorial, Madrid, 1994.
- Historia Fontana de la Astronomía y la Cosmología, John North, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.
- Diccionario del Cosmos, John Gribbin, Crítica, Barcelona, 1997.

10.2.08

Norteamérica, también en el cielo



Sorprende encontrar en el firmamento nocturno una nebulosa como ésta; es casi exacta al perfil de Norteamérica y la zona del golfo de México, ¿no os parece?. Fijáos como el golfo aparece perfectamente delimitado, con la cuña que supone Centroamérica. Es como si alguien de ahí arriba (es decir, no sé si me entendéis...) hubiera querido jugar con nosotros creando la imagen de lo que en la actualidad es una de las zonas más importantes del planeta.

Algunos patriotas radicales tendrán su visión de lo especial que es América y que por ello Dios la retrata en el firmamento y bla, bla, bla, pero los europeos o los demás habitantes de este mundo no tenemos que sentir envidia. Esta nebulosa es, casualmente, similar a Norteamérica, sí, pero lo es sólo por motivos de perspectiva. Cojamos una nave espacial, vayamos hasta ella, y su forma será totalmente distinta; vista desde otro ángulo, quizá podamos ver el contorno de España, quién sabe.

En cualquier caso, es otro ejemplo fantástico del arte del Universo, de su capacidad de moldear, con las únicas herramientas del gas y la materia, unas formas y figuras que nos maravillan, porque conectan aquello, de allá arriba, con lo que es familiar para nosotros aquí abajo. Hay muchos otras muestras de ello; ya las iré enseñando poco a poco. Para empezar, decir que es posible encontrar desde una huella de un gato hasta un reloj de arena. Imagináos pues la inventiva de este ente llamado 'Cosmos'.

(Publicado en El Hermitaño el 10 de junio de 2005)