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28.4.07

Preguntas sobre viajes galácticos y seres extraños



En el post anterior imaginaba cómo debia ser un viaje a través de los mundos del Sistema Solar, como lo hacen las sondas espaciales actuales. Ahora daré un paso más: ¿cómo podría ser un trayecto entre las estrellas, o mejor aún, de una galaxia a otra?

Ante todo hay que señalar que un viaje de tales características estará vetado, al menos, durante los próximos cien años (quizá mil o más, en el segundo caso, o tal vez no llegue a realizarse jamás). Pero obviemos esto, y supongamos que adquirimos la tecnología (y, también, una psicología nueva para afrontarlos) necesaria para ellos, o mejor aún, supongamos que somos una civilización extraterrestre. ¿Qué sentiríamos al mirar a través de nuestro ojo de buey?

Inmensidad, vacío, vértigo, sí. ¿Los astros se nos aproximarían y desaparecerían con rapidez casi instantánea? No. Al menos, no si viajáramos con los medios tecnológicos a nuestro alcance; pero con otras formas de transporte más sofisticadas, quién sabe; quizá las películas de ciencia-ficción no andan tan desencaminadas sobre cómo debe ser un paseo por la Vía Láctea. No es útil entrar en detalles técnicos sobre ello; sólo estamos imaginando, así que tomémonos ciertas libertades.

Supongamos que partimos de nuestro planeta (sea la Tierra o cualquier otro, no importa). El espacio galáctico es enormemente vasto: podríamos pasarnos vidas enteras recorriéndolo sin tropezar jamás con una estrella; éstas son, en efectos, como diminutas motas de tierra entre un océano gigantesco. Guiándonos por medio de la tecnología, podríamos atravesar nuestro sistema solar, salir al espacio interplanetario, dejar atrás estrellas ignotas y aparecer ante nuestros ojos otras nunca vistas, escapar del plano galáctico y echar un vistazo a nuestra galaxia desde el exterior, como vemos nosotros a otras islas de estrellas similares (es el caso de NGC 1365, mostrada arriba).

¿Puede que nuestra galaxia esté dividida y organizada en cuadrantes, sectores, parcelas o distritos tal y como han imaginado los escritores de ciencia-ficción? Es posible. ¿Cuál sería la política, no ya de un mundo, de un sistema solar, sino de toda una galaxia? ¿Cómo podría lograrse una paz perpetua o duradera entre los innumerables planetas y civilizaciones que, a buen seguro, deben llenar el Cosmos? ¿Habrá una especie de gobierno galáctico encargado de preservar la estabilidad en el espacio y el tiempo?

¿Podemos imaginarnos cuáles serían, por otra parte, sus modos de pensamiento, de existencia? Quizá dispongan de sistemas mentales tan avanzados que sus acciones no tengan ninguna realidad física para nosotros, o que sea tan sutil que carezcamos de la capacidad sensorial para detectarlos. ¿Tendrán religiones, músicas, vivirán de acuerdo a reglas morales, o esto último es patrimonio excluivo de la Humanidad?

De existir, ¿habrá un catálogo estelar de cuántos astros disponen de planetas con vida a su alrededor y en cuyo seno existirán seres inteligentes, como en el relato corto "Asnos estúpidos", de Asimov? ¿Estaremos a punto de entrar en él, nosotros? ¿Lo habremos hecho ya, o jamás tendremos ese privilegio por no responder a patrones de "humanidad" entre nosotros, por mostrarnos con nuestros hermanos agresivos, viles y despreciables, según podrían ver a diario los ojos de seres verdaderamente evolucionados?

¿Hay que imaginar que ya saben de nosotros? ¿O, por el contrario, los trayectos entre estrellas son dificiles de realizar incluso para ellos? Quizá la evolución física y mental pueda ser más rápida que la tecnológica, llegados a un cierto límite, más allá del cual todo avance es lento y progresivo. ¿Son viables, en fin, los viajes entre las estrellas?

Imagino que sí; deben serlo. Ahí fuera existen miles de millones de planetas, con toda seguridad. En unos la vida ha echado raíces, y en bastantes cabe que la evolución haya traído a ellos la inteligencia y consciencia. Es lógico que haya mundos donde la vida esté menos evolucionada, pero por la misma regla puede haberlos con un desarrollo mucho mayor. Y en ellos, tal vez, se consiga algún día la chispa de ingenio necesario para derrotar las barreras de la relatividad y hacer de los viajes entre estrellas distantes un quehacer cotidiano.

Hace cuatrocientos años un viaje en barco desde España al Nuevo Mundo empleaba varios meses; hoy lo hacemos en unas horas. Cierto que hablamos de un contexto espacio-temporal completamente distinto, y que los impedimentos de la física establecen limitaciones muy importantes que no se presentaban entonces, pero lo que cuenta es que en esos siglos pretéritos contemplábamos un viaje de miles de kilómetros en pocas horas como un imposible. ¿Por qué no podemos soñar en que las dificultades que vemos ahora de un viaje entre las estrellas serán resueltos algún día?

Hace falta ir allí, entrar en contacto profundo con el Cosmos. Lo estamos haciendo en la Tierra, o aventurándonos a salir fuera de su epidermis, en el caso de algunos afortunados (y ricos) humanos, pero ése es un contacto superficial. Hay que penetrar en el vacío y descubrir lo que allí nos espera. Necesitamos conocer lo inimaginable, y descubrir el rostro verdadero del Universo. Quizá este siglo, que ya ha recorrido casi una década, nos ofrezca la clave para conseguirlo.

10.4.07

Largos viajes



De los largos y trabajosos viajes de exploración espacial que la Humanidad ha emprendido desde hace tan sólo unas décadas, viajes todos ellos de descubrimientos y hallazgos inesperados, ya sea por medio de sondas automáticas o gracias a naves tripuladas, uno de los periodos que más me atrae es, precisamente, el propio viaje.

Ésta es una imagen de la luna Ío, un satélite de Júpiter de tamaño muy similar al nuestro. La foto la ha obtenido la nave New Horizons, un ingenio destinado a estudiar Plutón y la región más externa del Sistema Solar. De pasada por Júpiter, la nave recoge algo de la gravedad del enorme planeta y le sirve como "combustible" para acelerarse aún más hacia su lejana meta.

Me imagino ahora la New Horizons atravesando el espacio en un silencio absoluto. Miles, millones de kilómetros, enmudecida, comunicada tan sólo en escasas ocasiones con sus creadores en la Tierra, planeta para ella prácticamente indistiguible. Surca el frío tapiz del Universo y sigue una ruta prefigurada, estable, inalterable.

Hasta 2015, fecha en que llegará a Plutón, la New Horizons tiene por delante casi una década de viaje solitario, portando la curiosidad de la Humanidad con ella y el ansia de explorar siempre más allá. Y, por el camino, nos brinda algunas instantáneas de nuestro bello y más cercano entorno galáctico.

14.11.06

Humanos, Cosmos y exploración



Qué inmenso el Cosmos, y qué vanamente nos erigimos en patrones de él, como superiores a la materia, como dueños y señores de la Tierra y del espacio exterior que aún nos aguarda. Mirar las estrellas no sólo es un ejercicio intelectual o espiritual (o ambos), sino también una manera de hacernos a nosotros mismos más humanos, más cercanos al gas y polvo del Universo. No hay que denigrar la materia como algo pueril o insignificante; lo verdaderamente insignificante es nuestra propia esencia, comparada con el enorme espacio y tiempo que dota de vida al Cosmos.

Pero, en nuestra insignificancia, somos los mejores. Compuesto de tan solo un cuerpo y una mente (o cerebro, o espíritu, según cada cuál), el ser humano ha superado todas las barreras físicas posibles y ha abierto horizontes extraordinarios. Hay en proyecto hoy en día la posibilidad de volver a la Luna, no con sondas espaciales, sino nosotros mismos, de forma que constituyamos allí nuestra próxima morada, en pos de estancias más prolongadas y profundas en otros mundos menos desfavorables. En cuanto sea, por así decirlo, tan fácil ir a la Luna o Marte como hacer un viaje al campo, entonces habremos puesto la primera piedra para la siguiente fase en la exploración humana del Cosmos.

No obstante, ante todo debemos respeto al Cosmos, porque de él procedemos todos. Hay que cuidar y mimar el espacio exterior, mucho (pero mucho mucho) mejor de lo que hemos cuidado y mimado a la Tierra. Precisamente por tratarse de la etapa más primitiva de exploración del hombre y la mujer, la Tierra ha sufrido (y sigue sufriendo) nuestro desprecio e indiferencia, pero viajar por el Cosmos es hacerlo en tierras desconocidas y que, quizá, ya estén colonizadas y explotadas (no sabemos si mejor o peor) por otras civilizaciones. La Tierra era nuestra, desde que llegamos a ella lo supimos; pese a tratar con descortesía a los demás miembros vivos del planeta, nada nos puso objecciones para tratar a nuestro mundo como nos viniera en gana. Cuando salgamos al Cosmos, las cosas (esperemos) serán diferentes. No es que haya policias y guardias estelares dispuestos a multarnos si hacemos mal las cosas, sino que, por nuestro propia decisión y por el reto que ello supone, la exploración del espacio debe siempre ir precedida por la consideración hacia toda estrella, planeta, peñasco rocoso o brizna de hierba planetaria que hallemos, allá donde estemos.

Vamos a vivir, en los próximos decenios y en los siglos por llegar, la aventura más apasionante jamás acontecida; algunos de nosotros podremos ser testigos del regreso humano al espacio, separado por fin de visiones patrióticas trasnochadas y de arrogantes, viciosos e idiotas chauvinismos. Nuestros descendientes, por su parte, tal vez tengan la exclusiva de vivir el momento de explorar otros sistemas estelares, hallar planetas con vida o, en el paroxismo de la gloria, contactar con una civilización extraterrestre.

Y todo, quizá, a unos pocos años o décadas de distancia. El Universo, y nuestra búsqueda de su saber (siempre parcial, temporal y primitiva...), es hoy más estimulante que nunca.