11.2.07

Una maravilla de mundo



Cada día me gusta más el mundo donde vivo. Sus montañas, sus bosques, la frescura del amanecer, el colorido del ocaso, esa percepción de que es eterno, inmutable, que aunque sus moradores más perversos desaparezcamos él seguirá existiendo, ajeno a toda guerra, peste, problema o desafío. La Naturaleza, la Madre, se mantiene viva pese a nuestros intentos de mancillarla, violarla y extraer de ella todo su fruto, al precio que sea.

El mundo es precioso, pero no lo es la gente que él mora. Al menos, no toda la gente lo es. No respetan, no cuidan, no miman a este mundo frágil y delicado, no lo llenan de besos y de abrazos, como debería ser. En cambio, se dedican a devorarlo, a arrancarle su esencia, su ser, y casi siempre acaban satisfechos cuando lo consiguen. Han hecho bien su trabajo.



Pero este mundo es un don, un regalo de Dios; no digo esto por mi inclinación religiosa, de la que carezco por completo, sino tras contemplar los otros mundos cercanos; tienen su propia belleza, por supuesto, pero están lejos de la variedad de color, texturas y ambientes de que disfruta la Tierra. Me repito, pero es un hecho: nada hay en el Sistema Solar, y es un espacio muy ancho, que se asemeje ni remotamente a la belleza de nuestro mundo; ni Marte, ni la Luna, ni los planetas gigantes, ni un cometa, ni por supuesto las rocas vagabundas que son los asteriodes.

Así que este planeta debería ser cuidado con esmero, respetado con ahínco, y sobretodo, amado con devoción; no se trata de un simple cuerpo rocoso formado por agua y piedras, es nuestra morada, el lugar que ha dado cobijo, alimento, y sueños para todo ser humano que en ella ha vivido. Debemos a la Tierra nuestro ser, y se merece un esfuerzo por parte de quienes más daño le están haciendo. Amemos a la Tierra, porque por muy rápido que avancemos en la carrera espacial, va a seguir siendo nuestro hogar. Y un hogar que no se ama es un hogar destinado a desaparecer.

He aquí un pequeño pedazo de este mundo; el lugar donde vive un hermitaño:



(Post publicado el 14 de octubre de 2005 en El hermitaño)

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