17.2.08

Galileo Galilei, el falso genio (II)

3. Galileo, el barco y la ley del isocronismo del péndulo.

El llamado principio de relatividad galileana establece que no importa si los fenómenos físicos tienen lugar en tierra firme o bien mediante movimiento, pues ocurren del mismo modo y tienen las mismas consecuencias. Si lanzamos hacia el suelo una esfera desde lo alto de una casa llegará a la superficie en línea recta desde el punto de lanzamiento. Si repetimos la experiencia desde el palo mayor de un barco surcando el océano, siempre que éste se mueva con un movimiento rectilíneo y uniforme, la esfera caerá exactamente al pie del palo. Aunque las implicaciones de tal prueba están más cerca de rebatir las ideas aristotélicas al respecto de una tierra inmóvil que la explicar ningún fenómeno físico particular, Galileo admitió no haber realizado tal experimento en ningún momento. Pese a ello, todos los libros señalan que fue un punto importante a favor de que la Tierra se movía en torno a su eje. Pero como la esfera cae a los pies del lugar de lanzamiento no puede decirse si el barco está en reposo o en movimiento, y si se dejan caer desde la azotea de una casa no nos indican tampoco si la Tierra se mueve o está fija en el espacio, por lo que el experimento no aporta gran información y no han motivo alguno de considerarlo como una prueba más a favor de la rotación de nuestro planeta.

Es posible que lo que más moleste sea el tono en que Galileo discute el tema en sus Diálogos. Dirigiéndose a Simplicio, que encarna a los aristotélicos y escépticos (nombre a todas luces despectivo hacia los que no pensaban como él) le dice que, en realidad, "yo estoy seguro de que el experimento tendrá lugar como os digo porque es necesario que así ocurra".

Como reseña Federico di Trocchio en su obra Las mentiras de la Ciencia (de donde he extraído gran parte de la información que aparece hasta aquí sobre los experimentos de Galileo), "es evidente que este proceder no se corresponde en absoluto con la idea del método experimental que nos han enseñado en el colegio y mucho menos con el ideal de disciplina ética y metodológica del científico". No solamente no efectuaba las pruebas para comprobar sus preceptos teóricos, sino que instaba a los demás a creerle porque él debía estar en posesión de la verdad.

También merece la pena citar de pasada otro supuesto experimento que Galileo realizó, el del péndulo. La ley del isocronismo del péndulo, debida también a Galileo, nos informa de que el periodo de oscilación de un péndulo no depende de la amplitud de la oscilación. Para confirmar tal extremo, Galileo habla de una serie de experimentos encaminados a demostrar que "dos esferas conservaban una constante de sus recorridos a través de todos sus arcos", o sea, se probaba la ley del isocronismo del péndulo. Ronald Naylor fue quien mostró que Galileo no había realizado las oportunas medidas que dieran validez a tal ley. De hecho, Naylor repitió el experimento y se dio cuenta de que el resultado era incongruente y no la demostraba en absoluto.

Galileo no ha probado, por consiguiente, ninguno de los cuatro experimentos nombrados hasta ahora, lo que dice bien poco acerca de su método de comprobación "cuidadoso y genial".

4. Galileo y el telescopio.

Por alguna y extraña razón, no hay quizá logro mayor de Galileo que el descubrimiento del telescopio para la observación del firmamento. Resulta cuando menos sorprendente comprobar que, realmente, Galileo ni inventó el telescopio, ni fue quien tuvo la intuición de orientarlo hacia el cielo estrellado y tampoco, por tanto, fue suya la primera exploración del Cosmos.

Debemos remontarnos hasta los primeros años del siglo XVII. Por aquel entonces, Holanda contaba con los científicos de la talla de Christian Huygens (1629-1695), quizá el astrónomo más grande entre la época de Galileo y Newton y uno de los investigadores más prolíficos y fructíferos (ayudó a comprender la naturaleza de la luz sosteniendo una opinión totalmente contraria a la de Newton a este respecto). También encontramos a Anton van Leeuwenhoek (1632-1723), naturalista que perfeccionó los microscopios y, asimismo, podemos tener noticia de un tal Hans Lippershey.

La primera evidencia no ambigua que nos ha llegado referente a la construcción de un telescopio fue la petición de patente por Hans Lippershey en 1608; en ella se nos dice que el portador "reclama los derechos sobre un artefacto por medio del cual todas las cosas a grandes distancias pueden ser vistas como si estuvieran cerca". Lippershey era un constructor de anteojos en Zelanda, una provincia de Holanda, y aunque la patente le fue denegada porque era fácil copiar el invento, apenas tres semanas después ya había otros dos artesanos construyendo sus rudimentarios telescopios, Sacharias Janssen y Jacob Adriaenszoon. El hecho de poder ver barcos enemigos desde largas distancias era, sin duda, motivo más que suficiente para que las grandes potencias navales de la época desearan poder construir telescopios, y pese a los esfuerzos de Lippershey por ocultar su fantástico descubrimiento, en apenas medio año ya había telescopios en España, Francia e Italia.

A mediados de julio de 1609, Galileo se enteró de su existencia y se fabricó uno, de mayor calidad y nitidez que el original holandés. Debemos, por tanto, rechazar la típica frase de "Galileo inventor del telescopio". Casi un año antes que él, este instrumento (que ha revolucionado absolutamente la concepción humana del Cosmos y su lugar en él) se ideó en la mente de un holandés que ahora, ni tan siquiera merece un lugar en las enciclopedias (Existen, además, diversos estudiosos de la época, como John Dee, Giambattista della Porta y el padre e hijo Leonard y Thomas Digges, a los que se les atribuye la invención del telescopio. En todos los casos, sin embargo, no parece haber una evidencia auténtica sino más bien son interpretaciones de los textos que dejaron escritos. Cuando nos movemos en terrenos especulativos, lo mejor es dar cierta probabilidad a cada una de las distintas posibilidades, pero nunca podemos afirmar nada de manera categórica sin más datos o pruebas a favor de una u otra versión).

Otra de las patrañas habituales con relación al telescopio es considerar a Galileo como el primer ser humano en la historia que lo dirigió hacia el cielo, iniciando las observaciones astronómicas con ayuda de este instrumento. Es, por supuesto, una falsedad más.

Hay constancia de un reporte que nos habla de una visita del embajador del rey de Siam al príncipe Mauricio en la Haya, el 10 de septiembre de 1608 en la que se nos informa que ese día tuvo lugar una observación del cielo mostrando que el telescopio descubría estrellas que eran invisibles a la vista humana desnuda. Thomas Harriot, astrónomo inglés, se encontraba realizando un mapa lunar desde el 5 de agosto de 1609, bastante antes de que Galileo efectuara sus reveladoras observaciones telescópicas (descubrió cuatro satélites de Júpiter, las fases de Venus, las manchas solares en nuestra estrella, los anillos de Saturno, etc., aunque todos ellos pueden ser, también, descubrimientos mal atribuidos). De la misma manera, y según John Gribbin, el ya citado Thomas Digges habría estudiado el cielo con el (supuesto) telescopio fabricado por él, y llegó a considerar el Universo como algo infinito. Para llegar a tal conclusión, parece que Digges hubo de observar el firmamento a través del telescopio, según postula Gribbin. Pero de lo que no cabe duda alguna es que Galileo no tuvo nada que ver con la invención del telescopio (sí con su perfeccionamiento, figura 3) y que tampoco fue pionero empleándolo en la contemplación del Universo (¡de ser cierta la hipótesis de Gribbin, Digges habría visto el cielo por el telescopio 35 años antes que Galileo, cuando éste sólo tenía 12 años de edad!).



Figura 3: catalejo construido por Galileo en 1610.

Por lo que respecta a sus logros auténticos, Galileo construyó eficientes relojes, inventó la balanza hidrostática y el termómetro, observó en 1604 una estrella nueva (ahora llamada supernova, así como los importantes descubrimientos astronómicos reseñados más arriba (aunque también se ponen en duda y quizá no habría que considerarlos como hallazgos originales en casi ningún caso, lo que conduciría a otros posibles y numerosos plagios astronómicos por parte de Galileo...). De los cuatro experimentos citados en los apartados anteriores, Galileo fue quien estableció toda la base matemático-física. Si hubiera podido realizar sus correspondientes comprobaciones prácticas y no hubiese alterado el resultado para hacerlo coincidir con lo estipulado teóricamente, podríamos hablar de un auténtico genio científico.Y se le considera, como ya hemos comentado, el padre de la moderna metodología científica, porque consideró (correctamente) que la única manera de conocer objetivamente la naturaleza de los fenómenos físicos era realizar experimentos y pruebas cuando ello sea posible (pese a que él mismo no siguiera escrupulosamente estos propósitos).

Tengo la impresión de que para considerar a algún científico como "genio" éste debe adelantarse a su tiempo, construir un aparato teórico impecable y probarlo con auténticos resultados y, sobre todo, no dejarse influir por la fama, la gloria, la vanidad o el deseo de ser el más grande. El paso del tiempo, y con él la aparición de la Verdad, conlleva necesariamente poner a cada uno en su sitio, sin exageraciones ni invenciones. El de Galileo es sólo un caso, muy notable y de implicaciones profundas, pero la historia de la Ciencia nos ofrece muchos más. Pese a quien pese, la Ciencia no es sólo el mejor instrumento para conocernos a nosotros mismos, el mundo que vivimos o aquellos que moran en la vastedad cósmica, también es, al menos en algunos ámbitos, una disciplina infectada por la enfermedad quizá más penosa de todas, y que amenaza con eliminar el conocimiento objetivo: la mentira.

Si ya estamos rodeados de fraudes, supercherías, engaños y verdades a medias, debidos a algunos campos de las paraciencias, la política o también como cada vez es más evidente en los medios de comunicación, influidos por inclinaciones ideológicas muy alejadas de la objetividad que se les supone, quizá el único medio de conocimiento donde debería reinar la verdad, o al menos la búsqueda de ésta de la manera más fiable y crítica posible, es la Ciencia. Pero hasta el momento la Ciencia también se ha visto involucrada en intereses personales, afán de gloria y un trato extrañamente indiferente hacia los que engañan e incluso no criticando su actitud sino premiándola (como en el caso patético y esperpéntico de Robert Gallo y el virus del SIDA).

Debemos buscar la verdad allá donde nos lleve, sin temor a descubrir lo desconocido e intentar que la Humanidad pueda disfrutar del conocimiento adquirido por más de dos milenios de evolución, pero al mismo tiempo tenemos la obligación de exigir que ese conocimiento no esté adulterado ni manipulado, porque de lo contrario estaremos llenando nuestra mente de porquería intelectual. El saber debe estar, en la máxima medida posible, extento de mentiras, y la Ciencia ha de ser el pilar cultural que inicie ese movimiento por un conocimiento auténtico y genuino.

- Bibliografía:

- La invención del telescopio, Francisco Rodríguez Bergalí, Astronomía, nº 16, octubre de 2000, págs. 76-80.
- Las mentiras de la ciencia, Federico di Trocchio, Alianza Editorial, Madrid, 1994.
- Historia Fontana de la Astronomía y la Cosmología, John North, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.
- Diccionario del Cosmos, John Gribbin, Crítica, Barcelona, 1997.

4 comentarios:

Unknown dijo...

tus apreciaciones son subjetivas y tendenciosas. Se me hace eres familiar de algún inquisidor de entonces, que enjuició el entendimiento, que no está sujeto a dogmas. Galileo es genio, no lo dudamos.

elHermitaño dijo...

Sí, chan, debo serlo.

Supongo que todo aquel que se atreva a criticar a Galileo ya es, por ello mismo, un inquisidor.

Serán, mis apreciaciones, todo lo subjetivas y tendenciosas que quieras, pero yo no he sido quien las ha formulado. Me he basado en otras opiniones, de científicos, historiadores, etc. Estas, naturalmente, pueden ser erróneas (y con ellas, las mías). Estoy a la espera de que las rebatas.

Y en lo referente al título del artículo, lo que intento hacer ver es que hay demasiadas atribuciones inadecuadas a la figura de Galileo, que suelen citarse incorrectamente en los textos.

No obstante, parece que tu veneración por el pisano no te permite ver que también tuvo sus defectos, sus limitaciones y sus arrogancias. Éso es lo que he tratado de revelar. Sé que aportó mucho, y bueno, para la ciencia, pero tuvo a su vez un lado menos agradable, menos 'científico', a mi juicio.

Pero, repito, sí, puedo haberme equivocado en mi apreciación, sin duda. ¿Estás dispuesto tú a creer que pueda sucederte lo mismo? ¿O sólo eres uno de ésos que ha cambiado su dios religioso por un dios científico?

Saludos.

Anónimo dijo...

Se nota que no tienes ni idea de lo que dices majete. La ciencia moderna, inaugurada por Galileo y Descartes si apelamos a algunos manuales que hasta tú puede que hayas leido, no es observación sino experimentación. Es decir, recrear una hipótesis (un experimento mental)que luego se confronta con la realidad. Si Galileo no necesitaba recurrir a la experiencia en ocasiones, como citas, no es porque la desprecie sino precisamente porque él ya sabía que iba a ocurrir (a Galileo le condenaron por platónico y por eso mismo por no ser aristotélico). Y oh sorpresa de hecho ocurre, ¿magia, dogmatismo? ¡qué época esta que no cree ya en los predistigidores! Qué va es sólo ignorancia, te recomiendo que leas un poquito sobre el tema que lo mismo te enteras de algo.

elHermitaño dijo...

Señor anónimo, no venga usted con pamplinas. La ciencia moderna, muy señor mío, es experimentación Y observación. Toda ciencia se basa tanto en uno como en otro elemento.

Ninguna ciencia que se precie (excepto la matemática y la lógica) deja aparte la observación. ¿Cómo demonios rompió Galileo el dogma geocéntrico si no fue mediante observaciones, puede usted explicármelo? ¿Acaso recreó, como usted dice, una hipótesis y la confrontó con la realidad? No, sencillamente se puso a observar a través del telescopio, y basándose en sus observaciones estableció una serie de hipótesis (y no al revés) que cancelaban las tesis geocéntricas.

Además, ¿me está diciendo usted que Galileo no recurrió a la experiencia porque él "sabía" cuál era la realidad, porque ya "sabía" qué iba a ocurrir? ¿Y eso es tolerable? ¿Estamos hablando de ciencia (es decir, de confrontar hechos mediante la observación y la experimentación, o de observar hechos y después tratar de explicarlos, elija usted como mejor convenga), o de qué coño estamos hablando? ¿Vamos a basar el armazón cientifico en la vulgar sospecha racional de un investigador? Afirmar que la verdad es A o B porque "yo lo digo" no es hacer ciencia, es ser dogmático (precisamente lo que Galileo y muchos otros trataban de eliminar).

¿Podría usted explicarme, acaso, cómo es que conocemos el mecanismo de una supernova, si nunca jamás hemos tenido la suerte de experimentar con ella? Bingo!, ha sido gracias a la observación y a la modelación física de las condiciones nucleares de las estrellas de gran masa.

Por cierto, a Galileo no lo condenaron por platónico (había muchos neoplatónicos en los siglos XV y XVI y la Iglesia no les hizo ni caso). Le condenaron porque con sus "observaciones" (recalco esto)desbarataba científicamente todo el edificio geocéntrico (que vino a sumarse, como supongo sabes, a los hallazgos realizados en contra de este por Kepler, Brahe, etc.), y esto era algo que el clero no podía permitir.

Yo no digo que no haya exactitudes en mi artículo (que escribí en 2002); puedo haberme equivocado fácilmente. Ahora bien, como ya dije en el anterior comentario, las ideas vertidas en él no son tanto mías como de otros investigadores e historiadores. Echa un vistazo a la bibliografía que menciono, léela y luego dime si mi punto de vista es infundado, carente de sentido o no sustentado en opiniones razonadas.

Puedo meter la pata, desde luego, pero lo que no tolero son sabelotodos con la exclusiva del saber bajo el brazo. Quién vocifera la ignorancia de los demás (que la tengo, claro, y no sólo en este tema...) vanagloriándose de su saber suele acabar con el rabo entre las piernas.

Saludos.