14.6.11

Algodón de azúcar



Hay una música extraña entre las estrellas. No la oímos, porque sólo se difunde en el negro espacio, donde la escuchan seres ignotos de ensueño, pero es real. Tanto como el murmullo de un petirrojo recién nacido, o la cacofonía de un volcán en erupción. No emite nota alguna, empero, aunque si aguzamos el oído (interior, se entiende), es posible que percibamos su tono.

¿Qué canta, esa música? A través de los eones del tiempo cósmico y la extensión ilimitada del terreno universal, creo que nos sugiere una de esas verdades grandiosas que tanto nos gusta buscar, y que nunca logramos hallar. Nos habla de nosotros mismos, aunque en términos ininteligibles, ajenos a la capacidad racional de cerebros humanos. ¿Cómo entenderla, pues, cómo poder apreciarla? Dejándose llevar, buscar el rincón oscuro, abriendo bien los ojos (y, aquí también, los de dentro), y, mirando hacia arriba, sentir, percibir, enamorarse de lo que se sostiene allá, sobre nuestras testas, adhiriéndose a la magnífica estructura de la creación.

Pero, "¿de qué puñetas habla este tipo?", se preguntarán algunos (espero que no muchos...). Yo no puedo decir mucho más; ni tampoco serviría de mucho. Hay que probar, y comprobarlo. ¿Quien, al contemplar una belleza tan sensacional como la de la fotografía, no siente un estrecimiento, una sacudida que brota de sus entrañas y alcanza cada fibra de su ser, lanzándole a la aventura del vacío, la existencia, el futuro y la historia?

Es que ahí está todo. TODO. No me refiero a la materia, que también (es nuestra realidad básica, intrínseca, la que nos permite tomar forma e interactuar con el mundo de aquí y ahora); mas, entre ese algodón de azúcar gigante (al que me entran ganas de darle un buen bocado...), se esconde un pequeño secreto. Lo tenemos delante, y no lo comprendemos. Lo vemos, y se nos escapa. ¿Qué es?

Yo no lo puedo decir, repito. Sólo sugerirlo. Y que con ello baste.

Miraos, contemplaros, estáis allá arriba.

¿Os véis?

(Imagen: ESO/Danish telescope, La Silla (Chile, R.Gendler, J.-E.Ovaldsen, C.Thöne, C.Feron)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A nosotros mismos, pues nosotros no somos más que hijos de las estrellas. Somos el resultado del polvo cósmico que ellas otrora nos legaron. Y ahora les pertenecemos.
Lindo es saber que esa es tu casa, que volverás a ella. Y que en este universo tan infinitamente indiferente, hermoso, cruel y perfecto, puedes considerarte ciudadano universal, estelar. Y no un vulgar sujeto cívico que se rinde a la orden del día y al caos social que lobotomiza a través de los medios y toda esa basura televisiva y bla bla bla.

Me compré un telescopio para observar las estrellas. Y vi a Júpiter y a sus satélites. Y a Betelgeuse y Bellatrix, y a las divinas pléyades. Y a mi eterna luna. Y desde que lo tengo soy una sirena menos infeliz.

Sigo leyéndote aquí y allí.
Saludos, hermitaño.

elHermitaño dijo...

Un placer leerte, compañera anónima... y muchas gracias por tus palabras.

Cuando mires a través de tu telescopio, trata (ya lo sabrás, pero lo digo de todos modos...) de observarte a ti misma, también (lo has hecho ya, ¿verdad?).

Me ha gustado mucho tu comentario, y esta frase, en particular:

"Somos el resultado del polvo cósmico que ellas otrora nos legaron. Y ahora les pertenecemos."

Sí, es verdad. Les pertenecemos... esto da que pensar, mucho...:)

Saludos y gracias de nuevo.

Anónimo dijo...

Presupones bien, sí que me he observado a mí, como representación de mí en ellos... Los astros que guían mi existencia. Y me rendí a la magnificencia de observar por mi ojo infinitamente ínfimo todo aquello que me pertenece y me otorga divinidad haciéndome humana, "demasiado humana". Y me deleité comiéndome a mordiscos a mi luna y sus mares. Y lloré cuando vi a las pléyades en comunión. Y le rendí culto al gigante de júpiter cuando Io, Calisto, Europa y Ganímedes le rondaban para hacerle el amor. Y aluciné con la desesperación de Betelgeuse por extinguirse, en realidad fue terriblemente hermoso ver con mis ojos trémulos cómo su brillo exhausto pedía descanso para cederle espacio a una nueva creación. Pero lo que más me cautivó fue Bellatrix... Esa reina nocturna, solitaria y débil que se movía con elegancia en la basta noche negra, como una gema preciosa que bien sabe que es bella, y que no obstante por timidez, oculta y reniega su belleza. A Bellatrix la amé, y aún la amo.

Es grato que para ti sea un placer leerme. Yo grosso modo te frecuento, y reconozco me deleito con tus pensamientos.

Hoy quiero regalarte una sonrisa de colores y un afectuoso abrazo.

Sigo leyéndote aquí y allí. Y así.

elHermitaño dijo...

Guau!

Amiga, me has cautivado... :)

Tienes una escritura "cósmica-mitológica" muy bella y evocadora... Con esas palabras, y esos sentimientos, o eres poetisa, o amante del universo, o astrónoma (más probablemente, las tres cosas...;).

Así quiero yo que se expresen las personas... y que además sientan como cierto, como una convicción profunda, eso mismo que expresan.

Creo que amamos lo mismo, y del mismo modo.

De nuevo, ha sido gozoso el placer de poder leerte...

Un abrazo.