26.10.06

Nacimientos estelares



Cuando esas gigantescas columnas gaseosas de hidrógeno ionizado, situadas en la nebulosa Águila (M 16, en la constelación de Sagitario) colapsen, de ellas brotarán nuevas estrellas. La nebulosa, que brilla por la luz, potente y fogosa, de astros recién nacidos en el interior de la propia nube, irá dispersándose con el tiempo por el espacio a medida que su materia toma forma y cada astro inicia su propio camino en su recorrido a través de la Vía Láctea, nuestra galaxia.

Como un criadero estelar, M 16 alberga en su seno la materia, a partir de la cual, no sólo se formarán estrellas, sino también (en el caso de que los feroces vientos estelares que expelen los astros jóvenes no lo impidan) planetas y, tal vez vida, en algunos de ellos. Quizá, a medida que astros masivos vayan evolucionando en las cercanías de la nebulosa, en un futuro lejano de varios millones de años, acaben por explotar en forma de supernova y enriquezcan el espacio con el fruto de su interior; este puede que sirva posteriormente, al estar constituido por elementos pesados (que no se hallan en el espacio ordinario), para elaborar planetas rocosos con agua líquida en sus superficies, alrededor de otras estrellas aún por nacer: y, de ahí, puede que la vida tome forma para seguir la senda de la evolución biológica y convertirse en conciencia. Quizá, de una nube de gas y polvo como M 16 nació la Tierra y, posteriormente, la vida que en ella florece hoy.

Quizá estemos observando lo que fue nuestro propio origen, hace 5.000 millones de años.

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