24.11.08

La Creación, según los indios iroqueses



Hace muchos, muchísimos inviernos la Tierra estaba completamente cubierta por un inmenso manto de agua. No había Sol, ni Luna, ni estrellas. No había luz. Todo era oscuridad.

En aquellos tiempos las pocas criaturas que poblaban la Tierra vivían en el agua, y eran el castor, la nutria el pingüino y el pato.

Lejos, muy alto en el cielo, se hallaba el País de los Espíritus Felices, donde habitaba Rawenio, el Gran Legislador.

En la cúspide de la Tierra Alta crecía un árbol gigantesco. Un gran Manzano cuyas raíces habían horadado la tierra en la que crecía.

Un día, Rawenio arrancó aquel Gran Árbol y sus enormes raíces.
Llamó entonces el Gran Espíritu a su hija, que vivía también en el Mundo Alto, y le ordenó mirar por el agujero que el Gran Árbol dejara.

Esta mujer, que habría de ser la Madre del Bien y del Mal, se apresuró a mirar.
Vio a lo lejos, en la profundidad de los cielos, el Mundo Bajo cubierto de agua y rodeado de densas nubes.

“Has de ir a ese mundo de oscuridad”, le dijo el Gran Espíritu y, levantándola dulcemente del suelo, la dejó caer por la oquedad.

Ella flotó en el vacío. Abajo, muy lejos aún, se mecían sobre las aguas oscuras los animales acuáticos mirando al cielo, observando la Gran Luz, la luminosidad de la Mujer Celeste, que caía lentamente sobre ellos.

Y su cuerpo brillaba con tal resplandor que al principio se asustaron. Y llenos sus corazones de miedo, se sumergieron en las aguas más profundas.

Pero al olvidar sus temores volvieron a la superficie, y se preguntaron qué sería de la Mujer cuando cayera en el agua y qué podrían hacer con ella.

“Hemos de encontrar algún lugar seco donde depositarla cuando caiga” dijo el Castor, y recorrió todas las aguas en busca de tierra. Pero transcurrió mucho tiempo, y el cuerpo sin vida del Castor apareció flotando sobre las olas.

Tras él lo intentó el Pingüino, y su cuerpo no regresó nunca del fondo de las aguas. Todas las criaturas acuáticas se zambulleron en busca de tierra, pero no encontraron ninguna.

Finalmente la Nutria ascendió de las profundidades y también su cuerpo, ya muerto, flotó durante algún tiempo sobre la superficie de las aguas. Sus pequeñas garras, fuertemente apretadas, dejaron caer al abrirse, unos granitos de arena.

Las criaturas del agua cogieron esta tierra, llamaron a una Gran Tortuga y la depositaron sobre su caparazón, asegurándose que quedara bien fija. Inmediatamente la Tortuga creció muchísimo, igual que aquel puñado de arena.

Y así se hizo América del Norte, como una inmensa isla. A veces cuando la tierra cruje y se agita, y enormes olas golpean con dureza las playas, el hombre blanco dice “terremoto”. El Mohawk dice: “La tortuga se está estirando”.

La Mujer Celeste estaba ya muy cerca de la Tierra. “Debemos alcanzarla para que caiga a tierra fácilmente apoyándose sobre nuestras espaldas”, dijo el Jefe de las Palomas Blancas. Y una gran bandada de palomas surcó el aire, y arropando a la Mujer Celeste, la depositó cuidadosamente sobre la Tierra.

Al cabo de un tiempo, la Mujer Celeste dio a luz a dos hijos gemelos. El que habría de ser el Buen Espíritu nació primero. El otro, el Espíritu del Mal, fue el segundo, y durante el parto causó a su madre tantos dolores que a causa de ellos murió.
El Espíritu del Bien cogió inmediatamente la cabeza de su Madre en las manos y la colocó en el cielo. E hizose el Sol. Del cuerpo muerto forjó la Luna y las estrellas y las aposentó también en los cielos.

Después enterró el resto en las entrañas de la Tierra, y lo que de ella surgió fue alimentado por el Sol y por la madre Tierra.

El Espíritu del Mal ensombreció el Occidente y condujo al Sol más allá de la oscuridad.

El Buen Espíritu creó muchas cosas y dio a cada una un lugar en la Tierra. El Espíritu del Mal trató de deshacer el trabajo de su hermano, creando seres malignos.
Mientras el Espíritu del Bien creaba maravillosos y altos árboles como el pino y el eucalipto, el Espíritu del Mal empequeñecía a muchos, haciéndoles nudos y retorciéndolos. Cubría a otros de espinas y ponía en ellos frutas envenenadas.

El Espíritu Bueno hizo animales como el oso y el ciervo.
El Maligno creó animales venenosos, lagartos y serpientes que destruyeran a los animales de la Buena Creación.

El Espíritu del Bien hizo brotar fuentes y regatos de agua limpia y pura. El Espíritu del Mal roció de veneno las corrientes y puso serpientes en las riberas.
El Buen Espíritu creó ríos bellísimos y levantó altas montañas que los protegieran.
El Maligno arrojó sobre los ríos rocas y suciedad convirtiendo las corrientes suaves del Buen Hacedor en rápidas torrenteras de aguas peligrosas.

Finalmente, cuando la Tierra se hubo completado, el Espíritu del Bien creó al hombre de un trozo de arcilla roja. Le puso en la Tierra y le dijo cómo debería vivir. El Mal Espíritu no se mantuvo inactivo y de la blanca espuma del mar creó otra criatura: el Mono.

Tras la creación de la Humanidad y de las demás criaturas vivientes, el Buen Espíritu otorgó a cada uno de ellos un Espíritu Protector.

Llamó entonces al Espíritu del Mal y le ordenó que dejara de crear problemas por toda la Tierra. Pero éste se negó. El Buen Espíritu, encolerizado con su malvado hermano, le retó a combate. El vencedor gobernaría la Tierra. Utilizaron como armas dos grandes espinas de un Manzano Gigante.

Pelearon durante muchos soles.

Por último, el Espíritu del Mal fue vencido.

El Buen Espíritu regiría ahora toda la Tierra. Desterró a su perverso hermano al interior de una oscura cueva subterránea. Allí permanecería para siempre.
Pero el Espíritu Malo poseía sirvientes demoníacos que vagaban por la Tierra. Aquellos malvados espíritus podían tomar la forma de cualquier criatura que desearan, para torcer las mentes de los hombres incitándoles a realizar malas acciones.

Y esto es así porque cada persona lleva en su interior dos corazones: uno malo y uno bueno. No importa lo bueno que pueda parecer un hombre: siempre tiene algo malo. No importa lo malo que otro pueda parecer: siempre hay algo bueno en él. Ningún hombre es perfecto.

El Buen Espíritu continúa la Creación y protege a la Humanidad. A Él van los espíritus de los hombres buenos tras la muerte. El Espíritu del Mal recibe, en cambio, en su cubil, tras el último viaje, las almas de los hombres viles.

(Fuente: Cuentos de los indios iroqueses, Miraguano Ediciones, Madrid, 1988)

7.11.08

Luces de vida y muerte



Estos extraños filamentos de gas violáceo son los últimos restos físicos de una estrella, que explotó hace 160.000 años en las cercanías de la Gran Nube de Magallanes, una galaxia enana satélite de nuestra Vía Láctea.

Esparcidos por el espacio desde la explosión, estos restos atestiguan una muerte estelar espectacular; la estrella que antaño mantenía estos filamentos de gas en su ardiente interior era mucho más masiva que el Sol.

Murió porque fue incapaz de sostenerse a sí misma por más tiempo; era demasiado gigantesca, demasiado descomunal, y los gigantes de gas del Cosmos, aunque espectaculares, viven poco, porque requieren mucha energía, y las despensas se agotan pronto. El Sol, aunque más modesta, está destinada a vivir miles de millones de años más, hasta una vida total de casi 10.000 millones de años.

Sin embargo, esta materia expulsada al espacio, como el postrero signo de la existencia de una estrella masiva, será de nuevo útil en el Universo; servirá para otros astros, que adherirán el gas en expansión, rico en elementos pesados (los que permiten la formación de planetas y vida), a su propia creación, con el resultado de una constante perpetuación de la materia, entre puentes temporales de millones de años. Una estrella muere y el reciclaje cósmico se pone en marcha; con el tiempo, nuevas estrellas heredarán esos mismos materiales, prolongando la vida del Universo y permitiendo, entre otras muchas cosas, la presencia de este mundo azul y las innumerables especies animales y vegetales que lo pueblan.

(Publicado en El Hermitaño el 25 de octubre de 2005)

27.10.08

Tres sorpresas de Marte







Para quien creía que Marte no era más que un desierto seco y soso, desprovisto de interés "artístico", es decir, sin formaciones ni estructuras bellas y espectaculares, aquí van tres sencillos ejemplos de lo contrario. Una especie de 'mariposa', un campo de extrañas "plantaciones" y un cañón mucho más profundo y auténtico que el de Colorado nos muestran que Marte nunca ha sido un planeta aburrido para aquellos que saben adónde mirar.

(Publicado en El Hermitaño el 26 de julio de 2005)

13.9.08

Vientos de furia



Como una gigantesca burbuja en suspensión entre nubes de gas y vientos huracanados, esta extraña formación cósmica, llamada prescisamente Nebulosa Burbuja (NGC 7635, en Casiopea), nos indica que, a miles de años luz, está teniendo lugar un enfrentamiento galáctico: la nebulosa en forma de burbuja poco a poco se disuelve en el espacio como consecuencia de los fuertes vientos estelares que proceden de una estrella gigante cercana. La radiación que emite la estrella es tan potente, de hecho, que en un abrir y cerrar de ojos la concha de gas se difuminará como una acuarela en un estanque.

Son frecuentes estos vientos tan violentos. A veces, en zonas de formación de nuevos planetas, las estrellas jóvenes fogosas generan unos vientos estelares de tal magnitud que destrozan el caparazón gaseoso y de polvo que protege a los planetas embrionarios, situados en otros sistemas estelares más modestos, de modo que quedan, desnudos, a merced de las intensas radiaciones. El resultado es la disgregación de la materia y la imposibilidad de crear nuevos mundos.

En el caso del Sol parece ser que no tuvimos cerca uno de estos gigantes, porque la evidencia de nueve planetas (sería mejor decir ocho...Plutón ha dejado de serlo) así lo atestigua. Además, la presencia de vida en uno de ellos es también un indicio de que, en todo el tiempo de existencia de este Sistema Solar, no ha sufrido grandes cataclismos. En caso contrario, quizá no estaríamos discutiendo esto...

(Publicado en El Hermitaño el 7 de noviembre de 2005)

8.7.08

Término



Adiós, estrella. Resplandeces con los últimos rayos de tu luz mortecina y solitaria. Acabas tu vida, finalizas el camino, sientes que has llegado al término. Rebotas sobre tí misma, te inmolas para deshacer la materia que has robado de otros lugares, y la expulsas en una orgía de gas. Nutrirás el vacío allá por donde pases, en tu postrera expansión, y los embriones estelares agradecerán tu aportación. Sales al exterior, declinas toda invitación, sabes que se acerca el clímax, anhelas el momento de expirar.

Has concluido el recorrido que te marcaste; te sientes orgullosa, feliz, por haber cumplido contigo misma. Has sorteado dificultades y enfermedades, has dejado escapar lágrimas de vapor, pero en tu juventud nada fue capaz de pararte. Fogosa, rebelde, enérgica y descarada, iluminaste la oscuridad con relámpagos y centellas. Había muchos otras a tu alrededor, pero no brillaban; y las que hacían, carecían de la chispa, la marca que señala a las que tienen algo especial. Tú tenías esa marca, y la lucías como nadie.

Ahora te apagas, te marchitas y te desvaneces; pero el tiempo siempre ha llegado lento hasta tí, como adormecido, y apenas te ha afectado. Aún resta media eternidad para tu adiós. En el tránsito hacia el ocaso perenne, mutarás por fin y arrojarás tu ser a la inmensidad. Otras recogerán tu semilla, aunque tu fruto era único en toda la Creación. Rodeando astros, esquivando cometas de largas cabelleras, absorbiendo guijarros interplanetarios, escaparás para siempre, y tu esencia, la que nos hizo enloquecer, se confundirá con los pársecs y los eones, para escindir este mundo en dos y partir hacia el infinito.

Nos veremos allá lejos, donde nada tiene nombre y donde todo es idea, sentimiento y verdad.

(Publicado en El Hermitaño el 28 de noviembre de 2005)

7.6.08

Luz y mundos cercanos; un vistazo a la familia del Sol



El Sol, motor de la vida en el Sistema Solar.



Mercurio, tórrido y solitario.



Venus, cercano y hostil.



Sin comentarios.



La Luna, eterna acompañante.



Marte, el sueño del futuro


















Júpiter, gigante, estrella frustrada.



Saturno, poesía planetaria.



Urano, frío y oscuridad.



Neptuno, azul profundo en la distancia.

Más de allá de todo ello, la inmensa lejanía del espacio profundo. Polvo, restos de vaporosos cometas y algún pedrusco ocasional. Silencio, profundidad y vacío.

(Publicado en El Hermitaño el 28 de abril de 2006)

20.5.08

La enseña estelar

"Las estrellas están suspendidas por cuerdas que se izan durante el día y se sueltan por la noche".

Mitología babilónica, hacia el 3.000 antes de Cristo

6.5.08

Los siete danzarines



Hace mucho tiempo
cuando la nación Mohawk (el Pueblo de la Piedra)
aún acampaba a orillas del lago Keniatiio (Ontario),
un grupo de niños, siete exactamente,
quisieron formar una organización secreta.

Por la noche
Se reunían alrededor del fuego pequeño del Consejo,
allá donde el bosque muere en las aguas del lago,
y danzaban al ritmo de los tambores.
Un día el pequeño Jefe sugirió hacer un banquete
en su próximo Consejo ante el Fuego.
Cada uno de los siete muchachos debía pedir
a su madre algo de comida para llevar al banquete.
Un muchacho pediría sopa de maíz,
otro carne de venado, otro mazorcas, y así uno tras otro.

Al día siguiente todos solicitaron
de sus madres las viandas necesarias,
Y a cada uno de ellos les fue rechazada la petición.
Todas las madres dijeron a sus hijos
que en casa había suficiente comida
y que no tenían necesidad de comérsela en el bosque.
Los pequeños guerreros se sintieron muy infelices
al no conseguir la comida para el banquete nocturno.
Llevaban las manos vacías y el corazón triste.

Aquella noche se reunieron junto al lago,
en su lugar secreto de danza.
El pequeño Jefe dijo a sus guerreros
que danzasen lo más fuerte que pudieran.
Les dijo que mirasen al cielo mientras lo hacían.
Y les dijo que no volvieran nunca la vista atrás,
ni aún cuando les gritasen sus padres que volvieran a casa.
Diciendo esto, cogió su tambor de agua
y mientras lo golpeaba, entonó una melodía llena de poder.
Una canción de brujo.

Los muchachos danzaron y danzaron.
Y mientras ejecutaban los movimientos,
sus corazones parecieron aligerarse de peso,
y pronto olvidaron sus problemas.
La melodía aumentó de ritmo y enseguida
los muchachos sintieron que sus cuerpos danzaban en el cielo.
Sus padres les vieron bailar
sobre las copas de los árboles y les ordenaron que regresaran.
Un joven danzarín que por un instante volvió la vista atrás
se convirtió en una titilante nueva estrella.
Los demás, al poco tiempo se convirtieron también
en estrellas pequeñas y parpadeantes y quedaron prendidas del cielo.

Así, cuando un Mohawk ve las estrellas de las Pléyades
crepitar y danzar en la noche, durante los fríos del invierno, dice:
“Los pequeños guerreros están danzando con fuerza esta noche”.
Danzan para siempre sobre los poblados iroqueses.


(Fuente: Cuentos de los indios iroqueses, Miraguano Ediciones, Madrid, 1988)



(Publicado en El Hermitaño el 7 de septiembre de 2005)

14.4.08

Alfa Centauri; unos vecinos con aires de superioridad

Tenemos como vecinos estelares más próximos a unos que aunque quizá no se vanaglorien por poseer una familia planetaria tan extensa como la de nuestro Sistema Solar, sí se sienten orgullosos por formar parte de un grupo de estrellas allá donde nosotros sólo tenemos una; desde un punto de vista astrofísico, el sistema de Alfa Centauri nos lleva la delantera. Son tres estrellas prometedoras contra la solitaria figura de nuestro Sol.

Es como si de los vecinos arrogantes de enfrente se tratara. Nosotros sólo tenemos un hijo; ellos tres. Y no intentan precisamente evitar la situación de deshonor que creen que ello supone para nosotros. En absoluto, siempre que pueden nos lo recuerdan. Cada vez que miramos a Alfa Centauri (aquellos que tengan acceso al firmamento meridional, ya que sólo es visible desde el hemisferio sur), su luz brillante y majestuosa (no en vano es la tercera estrella más brillante del cielo) parece sugerir que no olvidemos que en realidad no está sola en el espacio, como el Sol, sino muy bien acompañada por otros dos astros, uno de los cuales es casi un calco de ella y un otro que, aunque tenue e insignificante, cierra y armoniza el círculo estelar de todo su sistema.

Esta afrenta cósmica nunca hubiese tenido lugar si los astrónomos de la Tierra no estuvieran tan entusiasmados en observarlo y descubrirlo todo. Tras efectuar una serie de mediciones de la paralaje de Alfa Centauri (también llamada Rigel Kentaurus)[1], en 1840 se llegó a la conclusión de que esta estrella estaba muy cerca, mucho más que ninguna otra conocida. De hecho, el ángulo de la paralaje medido era muy grande, de 3,75 segundos de arco, lo cual correspondía a una distancia de nosotros extremadamente corta; sólo 4,3 años luz. Alfa Centauri se convertía así en la estrella más próxima al Sol.

Los análisis de su luz mediante el estudio de su espectro nos mostraban a una Alfa Centauri muy poco extraordinaria. Se trataba de un astro que, a priori, era muy similar al Sol. Su tipo espectral era G2V, exactamente el mismo que el de nuestra estrella, es decir, una enana amarilla corriente que pertenecía a la secuencia principal (una larga fase en la vida de las estrellas como el Sol en la que queman tranquilamente el hidrógeno en helio mediante la fusión nuclear). Por tanto, si era tan brillante (magnitud –0,04) era debido exclusivamente a que se encontraba muy cerca. Alfa Centauri tendría asimismo una temperatura superficial casi idéntica a la del Sol, aproximadamente unos 5.800º K, y su luminosidad total no sería mayor que una vez y media la de nuestra estrella. Por otra parte, sus dimensiones, las cuales pueden saberse al conocer su brillo real y su temperatura, era de 1,07 veces la del Sol. En resumen, la estrella más cercana al Sol resultaba ser su hermana gemela.

El problema vino en 1889, cuando los astrónomos de la Tierra pudieron descubrir que esta estrella en realidad no estaba sola en el espacio; tenía una compañera. Para más inri, esta segunda estrella es muy parecida a la primera, casi como su verdadera gemela. Ambas, como buenas hermanas, giran una en torno a la otra, como si jugasen eternamente al corro, en un periodo de unos 80 años, aproximadamente una vida humana. A veces se acercan hasta sólo 15 unidades astronómicas (15 veces la distancia Tierra-Sol), mientras que otras se separan al triple de distancia, tal vez debido a rabietas infantiles incontrolables. Esta segunda componente es un poco menos brillante (magnitud 1,17) debido a que es un poco menos masiva (0,85 veces la masa solar, en comparación con las 1,1 veces la masa solar de Alfa Centauri A), lo cual unido a su superior tamaño (1,22 veces el radio del Sol), provoca una temperatura más baja, de acuerdo a su tipo espectral (K1V).

Así, el Sol se quedó aislado, desamparado: Alfa Centauri tenía su propia gemela (figura 1), despreciando como tal al Sol y relegando a este a una vagabundeo solitario para siempre. Pero la humillación aún no había acabado. Si no era ya suficiente irritación para el Sol tener que pasar a un segundo plano dentro de la población de estrellas cercanas a él por su carácter estelar antisocial y su apatía a compañerismos de cualquier clase, las cosas iban a empeorar con el descubrimiento de Proxima Centauri. 1915 es un año que se recuerda con entusiasmo por muchos científicos terrestres porque fue el momento cumbre de Albert Einstein (1879-1955), al completar su teoría de la relatividad en las aulas del Kaiser Wilhelm Institute de Berlín. Pero ese mismo año también se recordará como el que acabó de martirizar al Sol como ermitaño estelar. Aunque separada unos 2 grados de distancia de la pareja de Alfa Centauro, el descubrimiento de Proxima Centauri, cuya paralaje arrojaba un valor de 0,89 segundos de arco (lo que traducido equivalía a 3,65 años luz, aunque posteriormente se afinó el valor correcto hasta 4,27 años luz), hizo temer que se tratara de otra compañera de la ya ex-gemela del Sol. Si Proxima hubiese sido observada al otro lado del firmamento estrellado no hubiera habido motivos para sospechar conexión alguna, pero su cercanía al par principal y la distancia casi idéntica llevaron a los astrónomos a sugerir su posible relación con Alfa Centauri.



Figura 1: comparación entre el Sol y Alfa Centauri, a escala. (K. Croswell).

¿Es cierta esta relación? Lamentablemente, parece que sí. En los aledaños interestelares de la región del espacio que rodea al Sol la distancia media que existe entre dos estrellas independientes es de aproximadamente 7 años luz. La separación entre Alfa Centauri y Proxima Centauri es de sólo 0,19 años luz, ochenta veces menos. Esto puede dar una idea de la posible ligadura entre el sistema mayor y esta pequeña componente, tan tenue que es necesaria observarla con telescopio.

El Sol y sus vecinos
Sol- AlfaCentauri A- AlfaCentauri B- Proxima
Color Amarillo Amarillo Anaranjado Rojo
Tipo espectral G2 G2 K1 M5
Temperatura 5800 K 5800 K 5300 K 2700 K
Masa 1.00 1.09 0.90 0.1
Radio 1.00 1.2 0.8 0.2
Luminosidad 1.00 1.54 0.44 0.00006
Distancia(años-luz) 0.00 4.35 4.35 4.22
Edad (miles de millones de años) 4.6 5 – 6 5 – 6 ~1?

Tabla 1: algunas características del Sol comparadas con las del sistema estelar de Alfa Centauri.

No obstante, al conocer la edad de Proxima (de alrededor de mil millones de años, una quinta parte de la del Sol o la pareja Alfa Centauri) ha habido dudas al respecto. Si se supone que las tres estrellas se formaron en grupo ¿cómo es que Proxima es tan joven? Además, este astro tiene un comportamiento extraño; en ocasiones aumenta drásticamente su luminosidad, lo cual evidencia una naturaleza distinta al par principal. ¿Qué le ocurre a Proxima, por qué motivo muestra esas alteraciones? ¿Se siente acaso discriminada al no ser tan grande, luminosa y espléndida como sus dos hermanas (figura 2) y por ello lanza esos berrinches en forma de luz y radiación desatada?



Figura 2: Alfa Centauri, en una fantástica fotografía del DSSS. (DSSS Project)

Pobre Sol. Ha quedado relegado a un lastimoso segundo plano. Ahora sus presuntuosas e insolentes vecinas alardean constantemente de su superioridad, de su “familia”. No obstante, el Sol replica a su favor que posee al menos un planeta con vida, y además, vida inteligente. ¡Ja! ¡La cagaste, Alfa Centauri!. Pero, en realidad, parece que la historia tiene un final feliz sólo de momento. Las características físicas de Alfa Centauri son prometedoras para buscar vida en algún planeta que pueda tener. A medida que se avance en el desarrollo de nuevas técnicas de detección de exoplanetas, uno de los lugares más obvios dónde buscar será precisamente en las estrellas parecidas al Sol que estén cerca. Y la mejor candidata, claro, es Alfa Centauri. Se puede argumentar en contra el hecho de que esta estrella sea un sistema doble cerrado, pero tampoco faltan las investigaciones teóricas que sugieren que incluso en esas circunstancias, la vida puede florecer. Si a ello le sumamos el hecho de que las dos Alfa Centauri van a vivir casi tanto como el Sol, entonces las probabilidades de que, en algún momento, pueda originarse vida en planetas que las orbiten son, quizá, muy altas. ¿Vida inteligente? No es muy probable, pero Alfa Centauri ya ha dado muchas sorpresas. ¿Quién dice que, tal vez, no hiera una última vez y para siempre el amor propio de nuestro infeliz Sol?

- Bibliografía y direcciones de interés:

- Alfa Centauri, S. Pellegrini, ASTRONOMÍA, sección Estrellas y constelaciones, págs. 12-13, Orbis, 1992.
- http://homepage.sunrise.ch/homepage/schatzer/Alpha-Centauri.html

[1] La paralaje es una técnica astronómica que permite, midiendo la variación de la posición de un objeto sobre el fondo estrellado a lo largo de un periodo grande de tiempo, conocer su distancia.

25.3.08

El camino del hombre



Nuestro sendero vital se engarza con el de las estrellas. Tanto nosotros como ellas partimos de un único punto de energía, en el primer instante de la eternidad. Tomamos forma a partir de la creación sideral, y nuestra conciencia acabó por prender, por fin, en el espacio casi sin sustancia. A muchos eones vista, el destino es el mismo origen; fusionarnos con la materia y la imaginación del Cosmos. Somos los descendientes de las estrellas, pero ¿cuántos de los hombres se atreven a brillar con luz propia? Muchos de los que nos rodean prefieren hacerlo con luz opaca, existiendo como simples reflejos inútiles de portentosos fuegos ajenos. Si procedemos, en efecto, de lo alto, de lo más alto y glorioso que jamás haya existido, hay que honrar a nuestros ancestros, y nada mejor para hacerlo que resplandecer por nosotros mismos.

(Publicado en El Hermitaño el 21 de octubre de 2007)